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3 de junio de 2025

COMENTARIO DE TEXTO PARA OPOSICIONES. SONETO XXIII DE GARCILASO DE LA VEGA.

Estimados Poeliteratos:

En esta entrada os paso el comentario poético del soneto XXIII de Garcilaso de la Vega. Espero que os sea de ayuda. 

Atentamente, 

Alejandro Aguilar Bravo. 

PD. El modelo para hacer el comentario de texto poético es el siguiente:  ¿Cómo hacer el comentario de texto poético?



SONETO XXIII 

Garcilaso de la Vega

En tanto que de rosa y de azucena
se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
con clara luz la tempestad serena;

y en tanto que el cabello, que en la vena
del oro se escogió, con vuelo presto
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena:

coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto antes que el tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre.

Marchitará la rosa el viento helado,
todo lo mudará la edad ligera
por no hacer mudanza en su costumbre.


Nos encontramos ante un soneto endecasílabo de arte mayor y rima consonante, dividido en dos cuartetos y dos tercetos, siguiendo el modelo petrarquista. El poema pertenece al Renacimiento, corriente literaria del siglo XVI que supuso una renovación de las formas clásicas y una recuperación de la armonía, la belleza ideal y la imitación de modelos grecolatinos. El texto encaja dentro de los tópicos horacianos y petrarquistas, como el carpe diem, el collige, virgo, rosas y el tempus fugit. Garcilaso de la Vega, poeta toledano, es considerado el máximo exponente de la lírica renacentista en lengua castellana. Su obra se caracteriza por la musicalidad, el equilibrio formal y la delicadeza en la expresión de sentimientos amorosos.

La voz lírica describe con admiración la juventud y belleza de una dama, comparándola con flores, oro y nieve. Sin embargo, esta contemplación no se queda en la estética: el yo poético lanza una exhortación clara a que disfrute de su juventud antes de que el tiempo la marchite. La composición combina el elogio de la belleza femenina con una meditación sobre su fugacidad. El tema principal del poema es la fugacidad de la juventud y la necesidad de disfrutarla antes de que el tiempo la destruya. Este carpe diem se expresa a través de una descripción idealizada de la belleza femenina y un final exhortativo.

En cuanto a la estructura del poema, se divide en dos partes. Los cuartetos se centran en la descripción de la belleza de la dama mediante elementos naturales como flores, oro y viento. Se resalta su rostro, cabello y mirada. En los tercetos se produce un giro reflexivo. El poeta exhorta a gozar del "dulce fruto" de la juventud antes de que el tiempo airado la marchite.

Predomina la función poética a través del uso de recursos estilísticos, rima, ritmo y estructura fija. Aparece también la función expresiva, ya que la voz lírica transmite admiración y melancolía ante la belleza efímera. Finalmente, destaca la función apelativa, evidente en los imperativos como "coged", que buscan provocar una reacción en el tú poético.

Siguiendo la metodología expuesta por Marcos Marín en su obra El comentario lingüístico: metodología y práctica y el enfoque propuesto por Isabel Paraíso en Comentario de texto poético, se aborda a continuación el análisis técnico del poema. 

En el plano fónico destaca el vocalismo, con predominio de las vocales abiertas /a/ y /e/, que aportan una sensación de claridad, armonía y belleza, especialmente en expresiones como "rosa y azucena". Estas vocales abiertas, según Dámaso Alonso en su estudio sobre la lengua poética de Góngora, están asociadas a la luz, la frescura y la vitalidad, conceptos fundamentales en el Renacimiento. La /a/, vocal central, abierta, representa apertura emocional; la /e/, vocal anterior, media-abierta, añade una musicalidad luminosa que acentúa la dulzura y frescura del rostro femenino descrito.

En contraste, en el último terceto se aprecia un desplazamiento hacia vocales cerradas como /o/ y /u/, especialmente en términos como "cumbre", "mudanza" y "fruto", que evocan sensaciones de clausura, frialdad y decadencia. Estas vocales oscuras, cerradas, se vinculan tradicionalmente con el paso del tiempo, el desgaste y la muerte, y ayudan a reforzar la evolución temática del poema desde la exaltación de la belleza hasta la conciencia de su efímera existencia.

El consonantismo también resulta significativo. La presencia reiterada del fonema /s/ (consonante alveolar, fricativa, sorda) en palabras como "rosa", "esparce" y "desordena" introduce una musicalidad suave, envolvente, que recuerda al susurro del viento y subraya la delicadeza del movimiento descrito. La /r/ vibrante múltiple (alveolar, sonora) aparece en términos como "refrena", "hermosa" o "marchitará", aportando una fuerza emocional que marca la tensión interna entre el impulso vital y la contención.

Otros fonemas relevantes son  la /d/ (dental, oclusiva, sonora), presente en "edad", "mudanza" y "dulce", se asocia a conceptos abstractos y ayuda a marcar el contraste entre lo físico y lo intangible. La /m/ (bilabial, nasal, sonora) en "mueve", "marcha", "mudará", marca con su resonancia profunda los momentos de mayor carga reflexiva o emocional.

Desde la perspectiva del ritmo, el poema emplea versos endecasílabos con variedad de acentos que dotan de flexibilidad y elegancia a la cadencia del texto. La rima consonante ABBA ABBA CDC DCD crea una estructura armónica que enfatiza la unidad formal. El uso de encabalgamientos, como en "el viento mueve, esparce y desordena", rompe momentáneamente la estructura métrica para sugerir fluidez, dinamismo y continuidad temporal, en consonancia con el movimiento del cabello descrito. Este recurso fónico y sintáctico refleja simbólicamente el desorden provocado por el paso del tiempo.

Por último, cabe destacar que la modalidad oracional predominante es la exhortativa, especialmente en el verso "coged de vuestra alegre primavera", donde la entonación ascendente y el imperativo refuerzan la urgencia y la llamada al goce vital. Esta tonalidad apelativa culmina fonéticamente la evolución del poema, intensificando su intención comunicativa.

En el plano morfológico, destacan los sustantivos concretos y sensoriales como "rosa", "azucena", "cumbre" y "cabello", que aportan visualidad y refuerzan el carácter descriptivo del poema. Estos sustantivos, mayoritariamente comunes, concretos y contables, pertenecen al campo semántico de la naturaleza y del cuerpo humano, lo que permite construir una imagen armónica de la belleza femenina. En contraposición, "edad" y "tiempo" funcionan como sustantivos abstractos que encarnan el paso del tiempo y el deterioro, lo cual subraya la tensión entre juventud y decadencia, en sintonía con el tema del carpe diem.

Los adjetivos presentes, todos de tipo calificativo, tienen una clara función valorativa y estética: "hermosa cumbre", "cuello blanco", "mirar ardiente". Se trata de adjetivos antepuestos y pospuestos, que cumplen funciones estilísticas diferentes: la anteposición ("hermosa cumbre") busca intensificar la carga poética, mientras que la posposición ("cuello blanco") contribuye a una descripción más visual y natural. La abundancia adjetival (más de una decena en apenas catorce versos) demuestra el deseo del yo lírico de idealizar a la mujer, elevándola a un modelo casi mitológico.

En cuanto a los verbos, hay una clara distinción temporal que refuerza el contraste temático. El presente de indicativo predomina en la descripción del momento actual: "se muestra", "enciende", "refrena", "mueve", "esparce". Estos verbos dotan al poema de inmediatez y vivacidad. En los tercetos, sin embargo, se introduce el futuro de indicativo: "marchitará", "mudará", que prefiguran el deterioro ineludible por la acción del tiempo. Este cambio de tiempo verbal introduce una proyección hacia el porvenir que intensifica el carácter exhortativo del poema. El verbo imperativo "coged" establece una clara apelación al tú poético, que no es solo destinatario del discurso sino también agente potencial de una acción decisiva: disfrutar la juventud.

Los pronombres posesivos como "vuestro" y "vuestra" subrayan la segunda persona y refuerzan la apelación directa del yo lírico a la mujer destinataria. Asimismo, el uso del determinante "el" en expresiones como "el dulce fruto" le otorga un valor enfático, remarcando la unicidad y urgencia del goce propuesto. Por su parte, el uso del artículo determinado en "la color", forma arcaica, remite a una sensibilidad renacentista que recupera formas clásicas.

En conjunto, la riqueza y variedad morfológica del poema sirve de soporte al discurso temático, configurando una caracterización idealizada y atemporal de la belleza juvenil y subrayando la urgencia del disfrute antes de su inevitable desaparición.

En el plano sintáctico, el poema está constituido por oraciones compuestas con predominio claro de la subordinación (hipotaxis), lo que permite la elaboración de estructuras complejas y refinadas, propias del estilo elevado del Renacimiento. Uno de los nexos subordinantes más evidentes es "en tanto que", que introduce proposiciones temporales dependientes: por ejemplo, en el verso "en tanto que de rosa y azucena / se muestra la color en vuestro gesto", la oración principal está subordinada temporalmente, presentando una condición efímera, limitada por el tiempo. Esto se repite en varias ocasiones, consolidando la estructura bimembre del poema, con un primer bloque subordinado al paso del tiempo, y un segundo que reflexiona sobre sus consecuencias.

Se observan también periodos oracionales largos y complejos, como el que se desarrolla entre los versos 1 y 8, que constituyen una única oración suspendida por múltiples incisos y complementos, hasta desembocar en el verbo principal del segundo cuarteto. Esta acumulación de estructuras subordinadas tiene un efecto envolvente, que reproduce sintácticamente el proceso de contemplación del yo poético.

Además, se puede identificar un uso destacado del hipérbaton, figura sintáctica que altera el orden lógico de los elementos de la oración para dar mayor musicalidad y belleza formal. Por ejemplo, en "el cabello, que en la vena / del oro se escogió, con vuelo presto, / por el hermoso cuello blanco, enhiesto, / el viento mueve, esparce y desordena", el orden esperado se ve desplazado, intensificando la percepción estética y simbólica del cabello. Esta figura se repite a lo largo del poema y refuerza el tono culto, pausado y solemne.

Por último, se alternan estructuras coordinadas en enumeraciones como "mueve, esparce y desordena", donde la coordinación copulativa contribuye a generar un efecto de dinamismo y acumulación. En conjunto, el poema presenta una sintaxis muy elaborada, al servicio del tono reflexivo y de la riqueza expresiva del mensaje central sobre la fugacidad de la belleza y la urgencia del goce vital.

En el plano léxico-semántico, la palabra clave es "primavera", que simboliza la juventud, el esplendor vital y la plenitud de la belleza femenina. Este término remite al ciclo natural de la vida y se asocia directamente con el goce de lo efímero, tal y como propone el tópico del carpe diem. A su alrededor orbitan palabras testigo que refuerzan este núcleo semántico, como "rosa" y "azucena" (flores delicadas y breves), "oro" (belleza brillante pero maleable), "nieve" (símbolo de la vejez y del enfriamiento de la pasión), "viento" (agente del cambio y del desorden) y "edad" (entidad abstracta que actúa como fuerza destructora).

Desde un enfoque semántico, se establecen isotopías claras que articulan el texto: la isotopía de la naturaleza, presente en elementos como "rosa", "azucena", "viento", "nieve", "primavera" y "fruto", y la isotopía del tiempo, con términos como "edad", "tiempo airado", "mudanza" y "marchitará". Estas redes de significados no solo refuerzan el carácter cíclico y fugaz de la vida, sino que también reflejan el conflicto esencial entre belleza y deterioro. Es importante subrayar que el léxico empleado pertenece a un registro elevado, culto, coherente con el tono refinado de la poesía renacentista.

En el nivel retórico, destacan diversas figuras que intensifican el valor simbólico de los términos. La metáfora de "rosa y azucena" representa el rostro femenino, combinando lo carnal (el color rojo de la rosa) con lo espiritual o casto (la blancura de la azucena). La personificación del viento, que "mueve, esparce y desordena", convierte a este agente meteorológico en símbolo animado del paso del tiempo y del desorden inevitable que éste causa en la armonía de la juventud. La antítesis en "enciende al corazón y lo refrena" resume magistralmente la paradoja del amor ideal renacentista: pasión contenida por la virtud. También hallamos un claro ejemplo de símbolo en "nieve", imagen que remite a la cabeza cana, es decir, a la vejez, y se convierte así en una imagen visual potente del paso del tiempo.

Además, el poema recoge tópicos literarios clásicos que deben ser interpretados desde una perspectiva semántica. El carpe diem aparece en su formulación más directa con el imperativo "coged" unido a "el dulce fruto", mientras que el tempus fugit se manifiesta a través de la mención a "la edad ligera" y "el viento helado", representaciones del deterioro inevitable. Finalmente, el collige, virgo, rosas se subraya con la invitación a recoger el fruto de la primavera antes de que esta concluya. Estos lugares comunes no sólo vinculan el texto con la tradición grecolatina, sino que refuerzan la universalidad del mensaje del poema.

En resumen, el plano léxico-semántico de este soneto está cuidadosamente diseñado para sustentar el tema central de la fugacidad de la belleza. A través de una red léxica coherente, una serie de isotopías y recursos figurativos pertinentes, Garcilaso construye un universo poético en el que la juventud y el goce inmediato se oponen trágicamente a la acción implacable del tiempo. ("enciende al corazón y lo refrena").

Este poema se inscribe dentro de la tradición petrarquista, recogiendo influencias de autores como Petrarca y Horacio. La estructura formal del soneto, el tono contenido y el tratamiento idealizado de la mujer remiten claramente a los modelos italianos del siglo XIV, en especial a los Canzoniere de Petrarca, donde también se exaltaba una figura femenina inalcanzable. El tópico del carpe diem tiene su origen en las Odæ de Horacio, concretamente en la expresión "carpe diem, quam minimum credula postero", y se traslada al contexto renacentista a través de la reelaboración de la tradición clásica.

En la poesía española, este soneto dialoga intertextualmente con otros autores del Renacimiento que adaptaron estos motivos a la lengua vernácula. En primer lugar, cabe mencionar a Juan Boscán, amigo y colaborador de Garcilaso, quien introdujo el endecasílabo italiano en la métrica castellana. Sus poemas también tratan sobre el paso del tiempo y el amor, aunque con un estilo más sobrio. Asimismo, fray Luis de León recupera el tema de la vida retirada y la fugacidad del placer mundano desde una perspectiva mística. El propio Luis de Góngora, en su Soneto "Mientras por competir con tu cabello", retoma la estructura y la temática de Garcilaso, con una carga aún mayor de sensualidad y desesperanza ante lo efímero.

Dentro de la obra del propio Garcilaso, este poema puede compararse con el Soneto XXIX, donde reaparecen los símbolos florales y la exhortación a disfrutar la juventud antes de que se pierda. Además, hay ecos mitológicos y bíblicos implícitos en las referencias a la naturaleza idealizada, que recuerdan tanto a las descripciones del Edén como a la Arcadia bucólica de la literatura pastoril.

Por otro lado, también se pueden establecer vínculos con la poesía barroca posterior, que heredará esta visión angustiada del paso del tiempo. El concepto de la "edad ligera" anticipa, en parte, la visión desengañada que desarrollarán autores como Quevedo, cuya poesía moral reflejará el mismo conflicto entre lo efímero y el anhelo de permanencia, aunque desde una óptica más pesimista y con un lenguaje más conceptista.

El poema no solo pertenece a una tradición literaria consolidada, sino que también funciona como punto de enlace entre las corrientes clásicas, renacentistas y barrocas, participando de un diálogo intertextual que amplifica su riqueza expresiva y temática. El Soneto XXIII de Garcilaso de la Vega es una muestra sublime de cómo la forma clásica del soneto puede vehicular una reflexión profunda y universal sobre el tiempo y la belleza. Cada uno de los planos analizados, fónico, morfosintáctico y léxico-semántico, refuerza el tema principal: la inexorabilidad del paso del tiempo y la urgencia de gozar de la juventud antes de que se desvanezca. Garcilaso convierte la belleza efímera en eternidad mediante la palabra poética.


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