El telón se abre. En el centro del escenario, entre ruinas lustrosas de un templo griego, se alinean las nueve Musas.
CALÍOPE
Somos las Musas,
diosas de arte y cultura.
CLÍO
Dispuestas a narrar con dulzura
una historia que os helará la ternura.
ERATO
Nadie en el mundo fue tan bello
como aquel
que rindió a dioses, reyes y plebeyos.
EUTERPE
Un ser tan hermoso
que encendía en todos
el deseo más indecoroso.
POLIMNIA
Ser tan delicado
que, con su sonrisa,
hizo estremecer
a la impasible Artemisa.
TALÍA
Un ser tan fabuloso
que, con su mirada,
provocó el llanto
más estrepitoso.
TERPSÍCORE
Su nombre fue impuesto
por los olímpicos de alto gesto.
URANIA
Nombre
que sembró tormentos
en dioses y en los humanos vientos.
MELPÓMENE
Narciso,
el del trágico destino,
así fue conocido.
CLÍO
Y sin mayor demora,
aquí os mostramos
su aciaga historia.
Las Musas salen al compás de una melodía solemne. Entra Liríope con su hijo recién nacido en brazos.
LIRÍOPE
¡Dulce clavel,
de mis entrañas acabas de nacer!
¡Lindo rosal,
mi corazón acabas de prender!
Años soñé con ser madre:
mi anhelo más preciado,
siempre negado.
Con el tiempo,
mi angustia crecía;
triste, desolada,
yerma como una árida umbría.
¡Dulce clavel,
de mis entrañas acabas de nacer!
¡Lindo rosal,
mi corazón acabas de prender!
Un día,
por angostos caminos,
descansé entre aromáticos lirios.
Perdí el deseo de un hijo;
ningún dios compasivo
escuchaba mi suplicio.
Perdí la noción del tiempo
sentada en mis pensamientos.
De pronto,
el viento azotó el bosque,
y ante mí
un ser apareció.
¡Dulce clavel,
de mis entrañas acabas de nacer!
¡Lindo rosal,
mi corazón acabas de prender!
Nunca vi tal apostura:
quedé prendida de su hermosura
y creí mirar a la figura
de un dios perfecto.
"Mi nombre es Céfiro",
se presentó,
el viento del Oeste;
"tras oír tu lamento
daré fin a tu desdicha y tu mente".
Un aura me envolvió,
mi pena se disolvió,
y Céfiro un hijo me engendró.
Un único favor me pidió:
que Narciso fuera llamado
el fruto de este milagro.
¡Dulce clavel,
de mis entrañas acabas de nacer!
¡Lindo rosal,
mi corazón acabas de prender!
Entra Atalanta, ninfa al servicio de Liríope.
ATALANTA
Mi señora,
Tiresias, el adivino,
os aguarda impaciente
para mostrar su ciencia.
LIRÍOPE
Gracias, ninfa querida,
por anunciar su venida.
Hazle pasar sin demora,
que una premonición
asegura su voz.
Sale Atalanta. Entra Tiresias, viejo y andrajoso, apoyado en un báculo.
TIRESIAS
¡Buen día, Liríope!
Meses he buscado
la ocasión de conocerte.
LIRÍOPE
¡Buen día, profeta!
Tu fama cruza Grecia y Creta.
Mi corazón se agita
al saber de tu visita.
Pero dime, ¿qué motivo
a Tespia te ha traído?
TIRESIAS
Hace cinco meses
los dioses me susurraron
que Céfiro, señor del Oeste,
preñó a una mortal indefensa.
LIRÍOPE
Así fue.
TIRESIAS
Por tal atrevimiento,
los dioses, enfurecidos,
forjaron un terrible maleficio.
LIRÍOPE
¿Un maleficio?
¿Sobre mi hijo?
TIRESIAS (alzando el báculo)
Los dioses embravecidos
tejieron su destino:
un final trágico
para tu dulce Narciso.
Podrá vivir largos años
sin que nadie le haga daño;
mas cuando llegue a conocerse,
allí su destino ha de cumplirse.
LIRÍOPE (grito desgarrado)
¡Dioses del Olimpo!
Yo, Liríope, reina de Tespia,
¡os maldigo!
Se apagan las luces. Vuelven las Musas.
CALÍOPE
La pobre Liríope quedó quebrada
tras oír la profecía pronunciada.
CLÍO
Fue tan hondo su llanto
que a todos heló de espanto.
ERATO
Su hijo, de figura bella,
fue condenado a muerte temprana.
EUTERPE
Mas, como Rea con Zeus hiciera,
ordenó Liríope destruir los espejos,
para que el lindo clavel
pudiera vivir sin desvelo.
POLIMNIA
Y así Narciso creció,
creció sin tregua,
hasta cumplir dieciocho primaveras.
TALÍA
Todos lo adoraban a su paso,
caían en delirio sus enamorados.
TERPSÍCORE
Tanta era su esencia
que la misma Naturaleza
se inclinaba en su presencia.
URANIA
Sin embargo,
algo dentro de él dolía:
eso que otros sentían, él no sentía.
MELPÓMENE
Todo por la maldición
que le vedaba
conocer el amor.
CALÍOPE
¿Y quién será la desdichada
que se atreva a enamorar
a tan alma condenada?
CLÍO
Hermanas,
basta de recitar:
devolved a la trama su andar.
Se cierra el telón.
Al levantarse el telón, ninfas, faunos y dríades celebran la llegada de la primavera. Un Fauno avanza al proscenio.
FAUNO
¡La primavera se aproxima!
Celebremos con alegría
la llegada de Proserpina.
Desde el otoño preparamos
el reencuentro de Ceres,
señora de los trigales,
con su amado retoño.
¡La primavera se aproxima!
Celebremos con alegría
la llegada de Proserpina.
Solo seis meses mora
en el mundo la reina oscura;
por eso Ceres anhela
que todo discurra como seda.
¡La primavera se aproxima…!
Entran Mirna, Calipso y Nereida con flores.
MIRNA
Hermanas queridas,
plantemos junto al río
estos ramos de margaritas,
para que Proserpina los admire.
CALIPSO
Y estas rosas poned allá,
cerca de la laguna,
para que no quepa duda alguna:
la primavera llegó.
NEREIDA
Calipso, ninfa del bosque,
¿dónde está Eco,
la ninfa de los lamentos?
CALIPSO
Hace días vaga
con melancolía.
Algo la hiere,
pero calla todavía.
NEREIDA
Si no quieres castigo,
haz que la desdichada
entre en razón.
CALIPSO
No os inquietéis:
haré que Eco nos diga
el origen de su aflicción.
MIRNA
Así lo esperamos,
no sea que nos condenemos.
Salen. Entra Eco.
ECO
¡Oh, diosa del amor!,
¿por qué me atormentas
de este modo?
Sé que no puedo conseguirlo…
no puedo tenerlo…
no puedo alcanzar su pasión…
¡y, sin embargo, por él suspiro!
Dame fuerzas
para olvidarlo
y preservar la cordura.
Entra Calipso y la toma del brazo.
CALIPSO
Por ahí andas,
amargada hermana;
hoy me cuentas tu drama.
Eco del lamento,
¿dónde te ocultaste?
Llevo largo rato buscándote.
ECO
Pensando en los recodos
de este bosque inmenso.
CALIPSO
Cuéntame tu temor,
me horroriza pensar
que pierdas la razón.
ECO
De acuerdo, Calipso:
te revelo mi secreto
si a cambio me das consejo.
CALIPSO
Siempre te diré lo que pienso,
para que tu alma halle sosiego.
ECO
Como Selene
quedó prendada de Endimión,
yo amo a un hombre
que no tiene corazón.
CALIPSO
¿Un hombre sin corazón?
ECO
Cuando me acerco a su lado
huye aterrorizado:
no puede amar
ni ser amado.
CALIPSO
¿Un hombre que no puede amar
ni ser amado?
ECO
Es tan hermoso
que rivaliza con Apolo;
con un guiño, quizá,
temblaría el mismísimo Olimpo.
CALIPSO
¿Un hombre sin corazón,
incapaz de amar,
y tan hermoso
como el hijo de Leto?
¡Por todos los dioses!
Te has enamorado de Narciso,
el del trágico destino.
ECO
Él es la causa de mi lamento.
CALIPSO
¿Estás loca?
Olvida a Narciso
si no quieres caer al abismo.
Jamás te amará;
su condición
será tu perdición.
ECO
Y aun sin quererlo,
me destroza con su gesto.
CALIPSO
Los dioses le guardan
un destino cruel
por el simple hecho de nacer;
pero, ¿qué será
de quien ante sus pies
se rinda por vez primera?
ECO
Le amo, Calipso.
CALIPSO
Te suplico, hermana,
no le declares tu amor:
caerás bajo su maldición.
ECO
Y yo te pido, hermana,
no me des la espalda:
ayúdame a conquistar su alma.
CALIPSO
No puedo, ni quiero.
ECO
Prometiste consejo
y solo me das silencio.
CALIPSO
Si eres sensata,
lo olvidarás;
si prefieres tu ruina,
ve y declárate.
ECO
Así haré.
Eco sale ofendida.
CALIPSO (mirando su partida)
¡Oh, Afrodita!,
te ruego con fervor
que ayudes a mi hermana menor
a lograr el amor
de ese ser
que aborrezco
y casi deseo muerto.
Telón.
Entra Narciso, hermoso y melancólico.
NARCISO
Dulce Soledad,
compañera perpetua,
leal y duradera
como la eternidad,
¡ten de mí piedad!
Adoro tu compañía:
desde que nací
tú llenas cada día.
Nunca sentí amor;
esa llama perturba la razón.
A mi paso
provoco obsesión
en cuantos arde la pasión.
Aborrezco sus declaraciones,
detesto las tentaciones,
me horrorizan juramentos
y sus tormentos.
Escucha mi ruego,
dulce Soledad:
¡que el amor ciego
no me alcance jamás!
Entra Eco.
ECO
Buen día, bello Narciso.
Desde que cruzaste mi camino
supe que eras mi destino:
ven, deja el desatino
y siéntate conmigo.
NARCISO
Tu voz
es una daga
que se clava
en el alma del que busca calma.
Un murmullo
que suscita el lamento
de Orfeo, dueño del instrumento.
Un susurro
capaz de apagar
las más puras estrellas del mar.
Un sonido tedioso
que exaspera
a todo ser hermoso.
ECO
Bello Narciso,
podrán tus palabras herirme,
podrán tus desprecios abatirme,
podrán tus fríos ojos maldecirme;
pero no podrán rendirme:
el amor que me inspiras
es tan puro
como el duro muro
que asedia tu corazón.
NARCISO
Eco, insensata:
he de ser sincero;
de todas las ninfas de este venero
es a ti a quien más detesto.
Ninguna osó
confesar su amor;
tú lo haces
sin pudor.
ECO
Tu rechazo me desgarra,
por eso no me aterra
declararte lo que me quema.
Puedo ser insolente
ante tu falta de clemencia;
puedo ser clemente
a pesar de tu indiferencia;
puedo ser impertinente
frente a tu intolerancia;
por eso, sin vacilación,
te ruego de nuevo:
no me niegues tu corazón.
NARCISO
¿Por qué me atormentas?
¿No ves que me violentas?
Tu locura
me tortura.
Si fueras sensata,
cejarías en tu lata.
ECO
Te suplico, amado Narciso,
concede una oportunidad:
vayamos juntos,
unamos destino,
soñemos realidad.
NARCISO
Prefiero la muerte
a tal suerte,
ninfa desdichada.
Aléjate; si te vuelvo a ver,
haré que desaparezcas.
Sale Narciso. Eco queda sola.
ECO
¿Por qué no me ama?
¿Por qué no me desea?
¿Por qué me evita?
¡Afrodita,
señora del amor y la belleza!,
he hecho mil sacrificios
por su delirio,
y solo he obtenido
el maleficio:
su rechazo,
mi tormento.
Mi existencia toca a su fin:
sin su amor no sé vivir.
Sin más demora,
en brazos de Hades,
rey de la muerte,
hallaré mi paz.
Sale. Telón.
Las Musas en el centro.
CALÍOPE
La pobre Eco
se halla desolada,
sin consuelo.
CLÍO
Ensimismada en su pesar,
no encuentra remedio
para curar.
ERATO
Por no sufrir,
renuncia al pan
y deja de vivir.
EUTERPE
Poco a poco
se consume
como flor de otoño.
POLIMNIA
De ella queda,
siendo la más bella,
solo su melodiosa voz.
TALÍA
Por eso,
dice la leyenda:
si gritas su nombre
en lo alto de una ladera,
la ninfa responde
y el mundo recuerda
su dolor.
TERPSÍCORE
Y si no nos creéis,
probad a invocarla;
con vuestro grito
la colmaréis.
URANIA y MELPÓMENE (gritando)
¡Eco!
ECO (en off, apagándose)
Eco… eco… eco…
CALÍOPE
Musas del arte,
en el aire flota
un llanto sin consuelo:
deja que la historia
siga su vuelo.
Faunos, dríades y ninfas ultiman la fiesta de la primavera.
FAUNO
¡La primavera se aproxima!
¡Que la alegría
reciba a Proserpina!
Poco queda ya;
las ninfas llenan prados
con claveles,
las dríades coronan bosques
con rosas silvestres.
Recordamos el sacrificio
de Ceres:
que no olvide a su gente.
Entra Calipso, desesperada.
CALIPSO
Traigo malas nuevas:
la ninfa de los lamentos
ha abandonado la tierra.
MIRNA
¿Cómo? ¿Qué ha pasado?
NEREIDA
¿Eco? ¿Nuestra hermana?
¿Se ha ido para no volver?
CALIPSO
Mi hermana menor
ha muerto de amor.
NEREIDA (gritando)
¡Pobre Eco!
¡Desdichada!
Condenada para siempre,
sin descanso su alma queda.
CALIPSO
Dejad el llanto:
ahora os necesito.
Ese condenado
debe ser castigado.
MIRNA
Cuenta conmigo:
Narciso pagará.
NEREIDA
Di qué necesitas
para abatir a ese engreído.
CALIPSO
A Némesis, diosa de la venganza,
invocaré.
Mas he de ofrecer un sacrificio.
Mi vida pondré en sus manos:
con mi sangre pagaré.
MIRNA
Para dar más poder
mi vida también le daré.
NEREIDA
Y la mía ofreceré,
para que Narciso, por fin,
encuentre su revés.
CALIPSO
Sabía que tendría vuestro respaldo.
Sin dilación,
¡invoquemos a la diosa!
Oscurece. Las tres ninfas, de luto, en el centro. Calipso alza una daga.
CALIPSO
Némesis,
diosa de la venganza,
yo, Calipso, te invoco
para que siegues la vida
de esa alma maldita
que con su negativa
causó la muerte
de mi hermana menor.
Para saldar mi deuda,
te ofrezco mi sangre.
Se clava la daga y cae. Mirna recoge el arma y la alza.
MIRNA
Némesis,
diosa de la venganza,
yo, Mirna, te invoco
para que des fin
a esa vida maldita
que con su desdén
arrojó a la muerte
a mi hermana menor.
Con mi sangre pago.
Cae. Nereida toma la daga.
NEREIDA
Némesis,
diosa de la venganza,
yo, Nereida, te invoco
para que concluyas
la vida del maldito
que con su negativa
nos robó a nuestra hermana.
Con mi sangre te pago.
Tras el sacrificio, surge de las tinieblas Némesis, bellísima y terrible. Recoge la daga y mira al público.
NÉMESIS
Insignificantes mortales,
vuestra ofrenda acepto.
Antes de que caiga el sol
en el reino de Hades,
Narciso yacerá.
Entra Atrio corriendo.
ATRIO
¡Mi señor!
Entra Narciso.
ATRIO
Por mi vida le juro:
un gamo se ocultó entre los juncos;
es tan astuto el animal
que no deja rastro ni señal.
NARCISO
No te inquietes, buen Atrio:
de todos es sabido
lo escurridizo de ese bicho.
ATRIO
Nunca vi nada igual.
Le juro por Poseidón, señor del mar,
que ese animal
hoy nos ha de alimentar.
NARCISO
Ni vi fiera tan veloz:
rivaliza con el león de Nemea,
la bestia feroz
que Heracles abatió
y con su piel capa tejió.
ATRIO
Basta de hablar:
vayamos a cazar.
Sale Atrio. Narciso corre por el lado opuesto. Entre los árboles aparece Némesis.
NÉMESIS
¡Muerte al mortal
que trajo infortunio
a las ninfas del lugar!
¡Muerte a la belleza terrenal,
para que la profecía
encuentre su final!
Soy conocida en el mundo entero
por quien busca consuelo.
Mi hermana, la Justicia,
sentencia y delimita;
mas, si yerra su veredicto,
¿quién repone el equilibrio?
¡Muerte al mortal…!
Cuando ella se equivoca,
los hombres me imploran
como el agua imploran los álamos.
Toman por su mano la justicia
y eligen la venganza con astucia;
y con deleite,
su ruego cumplo al frente.
¡Muerte al mortal…!
Tiresias, el adivino,
profetizó el destino:
que Narciso
contemplando su reflejo cristalino
encuentre su camino.
¡Muerte al mortal…!
Mientras sigue al gamo esquivo,
en medio de este lecho
haré brotar una fuente
de aguas frescas y transparentes.
Gesto de hacer manar la fuente.
Nuestro bello maldito
no podrá evitar
beber de su maná:
allí su fin vendrá.
Sale Némesis. Entra Narciso, sofocado.
NARCISO
Nunca vi animal igual;
a Dafne me recordó en su escapar.
Arde el calor en mi pecho:
si no sacio mi sed,
no habrá acecho.
(Descubre la fuente.)
¡Qué fortuna la mía!
Aguas frescas, transparentes.
Mil veces pasé por este tramo
y jamás vi tal encanto.
(Se acerca y se mira. Retrocede, suspicaz.)
¿Quién asoma en esta fuente?
Juraría que alguien me mira de frente.
(Vuelve a asomarse, con dulzura.)
Ser radiante,
ser hermoso,
dime tu nombre
y hazme dichoso.
(Silencio.)
Ser radiante,
ser hermoso,
dime tu nombre
y hazme dichoso.
¿Por qué no hablas?
¿Por qué no respondes?
Nunca sentí algo igual…
¿Es amor?
Lo ignoro;
solo imploro
que honres mi presencia.
(Silencio. Se sienta.)
Te lo ruego:
no juegues conmigo,
no me imites,
no me castigues.
(Llora. Una lágrima cae en la fuente.)
Entonces entiendo:
él también llora conmigo.
Me toco el rostro,
extiendo la mano…
¡Horrible destino!
Te conozco, ser radiante;
sé quién eres, ser hermoso:
Narciso…
mi reflejo, mi coloso.
Entran las Musas y rodean a Narciso.
CLÍO
Horas pasó
ante su imagen,
sin hallar consuelo.
CALÍOPE
Ignoraba el mundo entero:
solo existía su reflejo.
TALÍA
Y todos quedaron perplejos
al ver el fruto
de su deseo.
TERPSÍCORE
Unos lo tomaron por loco…
URANIA
Otros, por iluso…
MELPÓMENE
Su pasión se disolvía
como humo difuso.
ERATO
No halló solución
para habitar su ilusión.
POLIMNIA y EUTERPE
Por eso Narciso decidió
lo que ahora se dirá.
Las Musas se sitúan tras Narciso.
NARCISO
Imagen letal:
Tus pupilas celestes dignifican mi mirada;
tus perlas radiantes eclipsan mi sonrisa;
tu torso me abruma
y todo mi rostro ruboriza.
Quisiera tocarte,
sentirte,
fundirme en un beso ardiente,
como el hierro forjado
en las fraguas de Vulcano.
Pero te desvaneces,
me dejas,
no te compadeces
de tu fiel servidor.
Ahora comprendo a Eco,
la ninfa desdichada:
ella por mí sintió
lo que yo por ti proclamo;
mas esto es distinto, imagen letal:
ya para siempre
a tu lado estaré.
¡Afrodita!,
si algo estimas el amor,
haz que estemos juntos
y aparta tu rencor
por cuantos me desearon
con imprudente fervor.
(Silencio. Se enoja.)
¡Diosa del amor! —¡ja!—
¡Diosa de la crueldad!
Has perdido piedad
por quien suplica clemencia.
Lo siento…
no sé qué me sucede…
No puedo evitarlo:
lo quiero, lo amo, lo deseo.
No concibo la vida sin él;
y si no acudes en mi auxilio,
cometeré una locura.
Eso es…
En la locura hallaré
remedio a mi obsesión.
Si me fundo con mi imagen letal,
terminará mi perdición.
En el reino de Hades
podrá amarme, dichosa imagen,
y juntos viviremos
allá donde todo muere.
(Se alza, mira al público.)
Perdón por el daño causado;
creed que no fue mi voluntad:
era mi condición
no amar ni ser amado.
Con mi muerte alcanzo gloria
y cierro así mi trágica historia.
Las Musas avanzan a proscenio y ocultan el cuerpo.
CLÍO
El sacrificio de Narciso
fue presenciado
por los olímpicos.
CALÍOPE
Y gran conmoción
les provocó.
TALÍA
Al ver con horror
lo hecho por su hermana
la severa Justicia…
TERPSÍCORE
Otorgó a Narciso
un bello don.
URANIA
En la fuente
de aguas transparentes…
MELPÓMENE
allí donde Narciso,
el del destino trágico,
sucumbió…
ERATO
nacería una flor
de embriagador olor.
POLIMNIA
Y con esta creación…
TODAS LAS MUSAS
concluimos nuestra trágica
narración.
 






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