6 de noviembre de 2025

TALLER DE COMPRENSIÓN ORAL. MÁS SABIA QUE EL ZAR, DE CUENTOS SALVAT.

 Estimados Poeliteratos:

En esta entrada os paso un producto audiovisual que recoge el cuento de Más sabia que el zar, un cuento que se recoge en el fascículo 21 de Cuentos Salvat. 

Espero que os sea de ayuda. 

Atentamente, 

Alejandro Aguilar Bravo. 



ENLACE DEL CUENTO: Más sabia que el Zar



Cuestiones
  1. ¿Dónde pasaba el zar todos los días con su coche?
  2. ¿Qué estaba haciendo el campesino cuando el zar lo vio por primera vez?
  3. ¿Qué hizo el zar al ver al campesino junto a la cerca?
  4. ¿Qué dijo el campesino al hincarse de rodillas ante el zar?
  5. ¿Por qué el zar se sorprendió de la forma en que hablaba el campesino?
  6. ¿Quién le había enseñado buenos modales al campesino?
  7. ¿Qué dijo el campesino sobre su hija?
  8. ¿Qué pidió el zar a la hija del campesino la primera vez que la puso a prueba?
  9. ¿Qué tipo de huevos le entregó el zar al campesino?
  10. ¿Qué sembraba la hija del campesino cuando el zar volvió al día siguiente?
  11. ¿Qué mensaje envió el zar junto al carrete de algodón?
  12. ¿Qué pidió la hija del campesino que hiciera el zar con la rama de manzano?
  13. ¿Cuál fue el siguiente desafío del zar después del carrete de algodón?
  14. ¿Con qué objeto debía vaciar la hija del campesino el mar, según el zar?
  15. ¿Qué llevó la muchacha cuando fue a palacio a hablar con el zar?
  16. ¿Qué condición puso la muchacha para casarse con el zar?
  17. ¿Qué le prometió el zar a la muchacha el día de su boda?
  18. ¿Por qué el zar echó a la zarina del palacio cuando envejeció?
  19. ¿Qué hizo la zarina antes de llevarse al zar dormido?
  20. ¿Qué le respondió la zarina cuando el zar despertó en la casa del campesino?

TEXTO COMPLETO

MÁS SABIA QUE EL ZAR



Todos los días, en su camino desde palacio a la catedral, el coche del zar pasaba frente a una humilde y destartalada hacienda. Un día el zar vio al campesino apoyado en la cerca fumando en pipa y mandó detener el carruaje para hablar con él.
El campesino se hincó de rodillas y dijo:
—Graciosa majestad, nos hacéis el mayor de los honores a mí y a mi humilde casa al deteneros para poner los pies en mi modesta hacienda; se alegra incluso la piedrecita más insignificante de este campo.
El zar quedó atónito.
—No te expresas como un campesino. ¿Quién te ha enseñado modales tan corteses?
—Mi hija dice que el don de la palabra es lo más preciado que poseemos, y que debemos emplearlo correctamente.
—Una muchacha muy sabia tu hija.
—¡Oh, señor! —exclamó el campesino—. Es la persona más sabia de toda Rusia. No sé de quién habrá heredado esta cualidad, porque yo no soy muy inteligente que digamos.
—¿La persona más sabia de toda Rusia, dices? —repitió el zar, acariciando sus largos bigotes.
—¡Así es, señor!
—¿Más sabia que yo?
El campesino tragó saliva y contestó:
—¡Ay, qué he dicho!

Pero el zar ya se había subido otra vez al coche y se alejó a toda velocidad.
Más tarde, aquel mismo día, el zar se presentó de nuevo en casa del campesino.
—Acércate, patán —gritó, asomándose por la ventanilla del coche con un cesto de huevos en la mano—. Dile a la sabia de tu hija que me haga un favor. Pero pobre de ella si no lo hace bien. Dale estas tres docenas de huevos y dile que los incube para mañana por la mañana.
Dicho esto, el zar se alejó en medio de una nube de polvo.

El campesino miró el cesto de huevos y vio que eran de color rojo vivo.
—¿Qué clase de huevos son? —preguntó a su hija cuando entró en la casa.
La muchacha tomó uno y lo sopesó en la mano.
—Son huevos duros, padre. No puedo incubar estos huevos.
—¡Ay! Ya sabía yo que el zar nos castigaría. Es un pretexto para desterrarnos.
Pero su hija le tranquilizó diciendo:
—Ya se me ocurrirá algo, padre. No te preocupes.

A la mañana siguiente, el coche del zar se detuvo junto al cercado de la hacienda. El zar asomó la cabeza por la ventanilla y se quedó de una pieza al ver a la hija del campesino caminando detrás del arado sembrando habichuelas al tiempo que cantaba:
—Estas habichuelas que siembro están hervidas.
¿Crecerán estas habichuelas hervidas?

—Tu padre dice que eres muy sabia —dijo el zar—. Pero debes ser idiota si siembras habichuelas hervidas. ¿Qué clase de cosecha esperas recoger?
—Exactamente la misma que esperaba el buen zar cuando me pidió que incubara unos huevos duros, señor.
—Buenos días, majestad.
El zar se sonrojó y se alejó apresuradamente, pues comprendió que la hija del campesino le había derrotado.

Al día siguiente, cuando el campesino abrió la puerta de su casa, halló junto a la misma un carrete de algodón con una tarjeta del zar que decía así:
“Dile a la sabia de tu hija que haga dos velas para mi velero con este algodón para mañana, o de lo contrario os enviaré a ambos a Siberia.”

—¡Oh! ¿Qué vamos a hacer, hija mía?
Su hija se guardó el carrete de algodón en el bolsillo de su delantal y contestó:
—No te inquietes, padre. —Y después de escribir una nota en el dorso de la tarjeta de visita del zar, añadió—: Lleva este mensaje a palacio.

Entonces rompió una rama del manzano y se la entregó a su padre junto con la nota, que decía lo siguiente:
“Como sabéis, mi padre es muy pobre y no puede permitirse el lujo de comprarme un torno y un telar. Pero si el buen zar quisiera hacerme un torno y un telar con esta rama, con mucho gusto confeccionaría para él unas velas con el carrete de algodón.”

Cuando el zar leyó el mensaje, dijo en voz alta:
—¡Pero qué lista es esa chica! —Y a continuación llamó a un mensajero para ordenarle:
—Lleva esta copa de vino a la mísera hacienda que hay en el camino del norte. Dile a la joven que vi el que si es capaz de vaciar el mar con esta copa de vino para mañana por la mañana, me casaré con ella.

Cuando la muchacha recibió el mensaje, soltó una carcajada. Luego cogió el taburete de debajo de la mesa de la cocina, pidió al mensajero que lo esperara, subió a su caballo y partió hacia palacio.

Inclinándose respetuosamente ante el zar, dejó el taburete en el suelo y dijo:
—Querido zar, toda Rusia os ama y yo os amo más que toda Rusia. Nada me complacería más que cumplir lo que ordenáis. Pero me va a resultar un tanto difícil vaciar el mar en una noche.
—¡Ajá! —exclamó el zar—. De modo que no eres tan lista como pretendes, ¿eh?
—No, no soy nada lista. Desde luego que puedo vaciar el mar. Pero en cuanto haya terminado de vaciarlo, los ríos empezarán a llenarlo de nuevo. Así que si vos sois capaz de represar todos los ríos del mundo con este taburete, yo vaciaré el mar para vos con esta copa de vino.

El zar rió lleno de gozo y exclamó:
—Tu padre tenía toda la razón. Eres más sabia que yo, y como soy lo bastante listo para comprender que serás una excelente esposa, ¡me casaré contigo hoy mismo!

La muchacha ladeó la cabeza pensativamente y contestó:
—Podría casarme con vos, majestad, si me prometéis una cosa.
—¿Cómo? ¡Serás descarada! Está bien, ¿qué quieres?
—Prometedme que si algún día os cansáis de mí y me echáis de vuestro lado, permitís que me lleve lo que más quiero de este palacio.
—¿Eso es todo? Pues corre a vestirte. Te estaré aguardando en la iglesia.

Así fue como la humilde hija del campesino se convirtió en la zarina de todas las Rusias. Y la pareja vivió feliz muchos años.

Pero a medida que el zar iba envejeciendo, se volvió muy quisquilloso y discutía con todos en palacio, incluso con la zarina.
—¡Te crees muy lista! —le gritó un día—. ¡Pues vuélvete a tu casa y llévate tu sabiduría! ¡Estoy harto de ti! ¡Fuera de aquí!

La zarina se inclinó ante su esposo y se quitó la corona.
—Muy bien, querido. Haré lo que digas. Pero tómate una copa de vino conmigo.

Cuando llevaron las copas, ella echó una pócima en el vino del zar. Al cabo de un minuto, el zar yacía sobre su trono, durmiendo a pierna suelta.

La zarina pidió que le llevaran un baúl grande, metió al zar en él y lo cerró con llave. Luego llamó a los sirvientes del palacio y les mandó cargar el baúl en una carreta. A continuación se quitó el hermoso vestido y se vistió con sus ropas de campesina. Cuando estuvo lista, llevó la carreta a la hacienda por el camino del norte.

Cuando el zar despertó, vio que se hallaba tendido en un jergón en el suelo de la mísera casucha.
—¿Qué estoy haciendo aquí? ¿Cómo te atreves a secuestrar al monarca de todas las Rusias? ¡Mandaré que te corten la cabeza por tu insolencia!
—Pero mi querido esposo —dijo la mujer, levantando la vista de su labor de costura—, el día de nuestra boda prometiste que si alguna vez me echabas de tu lado, podría llevarme lo que más quería de palacio. Y lo que más quiero eres tú.

Entonces comprendió el zar lo afortunado que era por haber encontrado a una esposa tan sabia y admirable.

A continuación os paso las soluciones de este talle de comprensión oral, centrado en el cuento de Más sabia que el zar. 



SOLUCIONARIO. Más sabia que el zar

1. ¿Dónde pasaba el zar todos los días con su coche?
Pasaba frente a una humilde y destartalada hacienda camino del palacio a la catedral.

2. ¿Qué estaba haciendo el campesino cuando el zar lo vio por primera vez?
Estaba apoyado en la cerca fumando en pipa.

3. ¿Qué hizo el zar al ver al campesino junto a la cerca?
Mandó detener el carruaje para hablar con él.

4.¿Qué dijo el campesino al hincarse de rodillas ante el zar?
Le agradeció al zar por el honor de detenerse en su humilde casa y poner los pies en su hacienda.

5. ¿Por qué el zar se sorprendió de la forma en que hablaba el campesino?
Porque el campesino hablaba con mucha cortesía y educación, no como alguien de su condición.

6. ¿Quién le había enseñado buenos modales al campesino?
Su hija le había enseñado buenos modales.

7. ¿Qué dijo el campesino sobre su hija?
Que era la persona más sabia de toda Rusia.

8. ¿Qué pidió el zar a la hija del campesino la primera vez que la puso a prueba?
Le pidió que incubara unos huevos duros para el día siguiente.

9. ¿Qué tipo de huevos le entregó el zar al campesino?
Eran huevos duros, pintados de color rojo.

10. ¿Qué sembraba la hija del campesino cuando el zar volvió al día siguiente?
Sembraba habichuelas hervidas.

11. ¿Qué mensaje envió el zar junto al carrete de algodón?
Le ordenó que su hija hiciera dos velas para su velero con un carrete de algodón, o los enviaría a Siberia.

12. ¿Qué pidió la hija del campesino que hiciera el zar con la rama de manzano?
Le pidió que hiciera un torno y un telar con la rama de manzano para poder tejer las velas.

13. ¿Cuál fue el siguiente desafío del zar después del carrete de algodón?
Le pidió que vaciara el mar con una copa de vino antes del amanecer.

14. ¿Con qué objeto debía vaciar la hija del campesino el mar, según el zar?
Con una copa de vino.

15. ¿Qué llevó la muchacha cuando fue a palacio a hablar con el zar?
Llevó un taburete de madera.

16. ¿Qué condición puso la muchacha para casarse con el zar?
Que si algún día el zar se cansaba de ella y la echaba, le permitiría llevarse lo que más quisiera del palacio.

17. ¿Qué le prometió el zar a la muchacha el día de su boda?
Le prometió que si la echaba, podría llevarse lo que más quisiera del palacio.

18. ¿Por qué el zar echó a la zarina del palacio cuando envejeció?
Porque se volvió muy quisquilloso y discutía con todos, incluso con la zarina.

19. ¿Qué hizo la zarina antes de llevarse al zar dormido?
Le dio una copa de vino con una pócima, lo durmió, lo metió en un baúl y se lo llevó a la casa campesina.

20. ¿Qué le respondió la zarina cuando el zar despertó en la casa del campesino?
Le recordó que él le había prometido que podía llevarse lo que más quisiera del palacio, y lo que más quería era él.



Espero que os haya servido esta guía de comprensión oral y os sirva para el desarrollo de vuestras clases. 
Atentamente, 
Alejandro Aguilar Bravo. 

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