14 de octubre de 2025

MIS ESCRITOS. COLORES DESDE EL CORAZÓN. 2025

Estimados Poeliteratos:

En esta entrada os paso un cuento titulado Colores del corazón.
Espero que os guste la historia.
 
Atentamente,
Alejandro Aguilar Bravo.



COLORES DESDE EL CORAZÓN

Desde pequeña, Nerea tenía una costumbre que desconcertaba a todos: dibujaba sin descanso. No lo hacía para enseñar sus dibujos, ni para recibir elogios. Lo hacía como quien respira, con esa urgencia tranquila de lo que nace desde lo más hondo.

No necesitaba un gran lienzo ni materiales caros. Le bastaba cualquier trozo de papel y un lápiz medio gastado. Antes de empezar, deslizaba siempre la mano sobre la superficie, como quien saluda antes de hablar. Sus dedos recorrían los bordes, reconocían el espacio, se detenían un segundo… y entonces comenzaba a dibujar.

No miraba lo que hacía. Lo intuía.

Sus trazos seguían un ritmo que no venía del ojo, sino del pecho. Era como si cada línea fuera una emoción puesta en movimiento.

Mientras los demás niños corrían por el patio, Nerea se sentaba en el suelo, ajena al ruido, escuchando el sonido del lápiz al rozar el papel como si fuera música hecha de grafito. Y aunque nadie entendía del todo cómo podía dibujar con tanta precisión, ella lo hacía con la naturalidad de quien no intenta destacar… solo existir.

Años después, tras muchas puertas cerradas y silencios que dolían más que un “no”, llegó su primera exposición.

La sala estaba llena. Críticos, curiosos, fotógrafos… todos hablaban del mismo fenómeno: una joven artista que había conseguido hacer que el color pareciera respirar en cada cuadro.

Cuando Nerea entró, el murmullo se frenó. Caminaba en silencio, con ese tipo de calma que desconcierta, como quien no necesita mirar para saber que está en el centro del mundo.

Un periodista, con tono curioso, lanzó la pregunta que todos querían hacer:

—Nerea… ¿Cómo has llegado tan lejos, cómo has pintado con tanta fuerza… si nunca has conocido el color?

El aire se tensó. La sala entera se quedó inmóvil.

Nerea sonrió despacio. No sorprendida. No ofendida. Solo en paz.
Apoyó la mano sobre la madera del atril… como siempre hacía antes de empezar a crear. Y dijo:

—No hace falta ver el color para sentirlo. Hay quienes tienen ojos… y nunca miran. Yo solo he pintado con lo que llevo dentro.

Y entonces, sin subir la voz, dejó caer una frase que no se escuchó… se quedó viviendo en el aire: “La vista mira. Pero es el alma la que verdaderamente ve.”

Y ese día, muchos entendieron que la verdadera ceguera no está en los ojos… sino en la incapacidad de sentir.

Alejandro Aguilar Bravo, Colores desde el corazón, 2025


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