22 de enero de 2015

EL RAPTO DE PERSÉFONE de A.AGUILAR BRAVO

PRIMERA ESCENA
En el escenario, el cual tiene como fondo a un hermoso jardín, procedente de la pradera de Nisa, se encuentran en cada extremo dos musas del arte, ERATO, musa de la poesía lírica, y URANIA, musa de la ciencia y de la astronomía. Cada una está colocada como si fueran dos estatuas helénicas.
ERATO y URANIA se miran muy lentamente y, haciendo los mismos movimientos, como si fueran un mismo reflejo, se acercan al primer término central del escenario. Una vez ubicadas en el centro del escenario, ERATO da un paso al frente.


ERATO:  ¡Bienvenidos seáis, mortales! Me llamo Erato y soy una de las nueve musas del arte y de la cultura, la musa de la poesía lírica. Soy aquella que inspira a los poetas, la que le otorga la llama para inspirarles mientras se encuentran en las tinieblas.
URANIA: Y yo soy Urania, la musa de las ciencias y de la astronomía. Mi talento es ayudar a desentrañar los enigmas que oculta nuestra naturaleza a partir del estudio científico. 
ERATO: ¡Bah! (Haciendo la señal de las comillas con los dedos) “estudio científico” (Pausa) ¡Tonterías! La belleza de la cultura está en el arte, en la literatura, en el bello don de la palabra… no en los cálculos exactos procedentes de las Matemáticas (Acusándola) ¡Por tu culpa se están destripando el encanto de las letras!
URANIA: (Muy cansada de escucharla)¡Otra vez igual! Siempre estás con la mismo canción y ya empiezas a repetirte, hermanita. (Pausa) Solo doy una versión alternativa, la cual puede ser más auténtica, no lo niego, a la que tú dedicas a inspirar.
ERATO: ¡Versión alternativa! (Gritándole) ¡Estás cargándote todas las grandes historias de nuestra cultura! ¿O no recuerdas lo que hiciste con la historia de Narciso y Eco?
URANIA: ¿Y qué es lo que hice, Erato? A partir de un estudio de la resonancia pude explicar la creación del eco. En ningún momento negué tu versión.
ERATO: No, no la negaste, es cierto, pero a causa de ello mucha gente dejó de interesarle el mito de la pobre Eco.
URANIA: Mira, hermana, cada una se ocupa de su terreno. Tú inspiras a poetas y yo a los científicos. Si no te gusta, lo siento, pero es lo que hay.
ERATO: Pues compitamos, Urania. Demostremos al mundo (señala al público) distintas versiones de un fenómeno propio de la naturaleza y que sean ellos que elijan. Si piensan que tu historia es mejor, aceptaré sin rechistar la versión “científica” de nuestras historias. ¿Qué dices? ¿Aceptas el trato?
URANIA: Como quieras, caprichosa. En fin, y ¿ha pensado la señora que historia vamos a contar?
ERATO: (Hace gestos como si estuviera pensando) Ummm (Se le ilumina la cara) ¡Ya lo tengo! Dentro de poco es el cumpleaños de Ceres, la diosa de la agricultura, la madre tierra. Podríamos contar lo que le sucedió.
URANIA: Erato, es una historia un poco personal… Como se entere Ceres que estamos contando aquella rencilla familiar, nos manda de una patada al inframundo.
ERATO: Contémosla. Seguro que el mundo está dispuesto a escuchar las dos versiones. Como ha sido idea mía, empieza contando primero tu versión.
URANIA: (Se ubica en el centro del escenario y levanta los brazos) Soy Urania, musa de la ciencia y de la Astronomía, y vengo dispuesta a contar la historia científica del origen de las estaciones. No en todos los lugares de la Tierra, su superficie recibe la misma cantidad de calor. Como la Tierra es curva y su eje está inclinado, los rayos llegan perpendicularmente a algunas áreas y oblicuamente a otras. (Pausa) Mientras la Tierra gira en su órbita alrededor del Sol, esa inclinación cambia gradualmente las áreas que reciben el calor del Sol en forma más directa. Esto es lo que genera las estaciones y no la distancia de la Tierra al Sol.
ERATO: (Con los ojos muy abiertas) En serio, Urania, ¿Qué has hecho? ¿Dónde está Ceres? ¡No aparece por ninguna parte! ¡Es una diosa olímpica!
URANIA: (La mira con desprecio) Solo he contado la versión científica de la historia, Erato. ¡Debes respetar las opiniones de los demás, descarada! Para ser respetada, primero hay que respetar.
ERATO: Lo siento, hermana, tienes razón. (Pausa) En fin, creo que ha llegado mi turno. Pero para poder contarla, voy a necesitar un poco de ayuda (Se acerca a ella y le pone ojos de cordero degollado) ¿Lo harás?
URANIA: Claro que lo haré. No soy como tú y acepto las distintas formas de opinión.
ERATO: Haré como si no te hubiera escuchado, Urania. (Ambas musas se sitúan en cada extremo del escenario muy lentamente)
Somos las musas,
diosas del arte y de la cultura.
Inspirar es nuestra labor
Así como contar historias con amor.
No hay pasión más grande
Que sufren una hija y una madre.
A ellas, nuestras madres, dedicamos esta composición
Ya que son ellas las que nos cuidan con devoción.

   
SEGUNDA ESCENA
ERATO y URANIA se ubicarán a cada lado del escenario, simulando ser estatuas de orden corintio. De pronto, entra una chica hermosa. Lleva una túnica larga con motivos florales. Tiene entre sus brazos un cesto lleno de flores.
PERSÉFONE: Madre, tenía razón. Sin duda, la pradera de Nisa es uno de los parajes más hermosos de la tierra. Nunca había visto flores tan extravagantes y tan bellas como estas (Coge una flor del cesto y la muestra al público, al cual mira con atención) A lo mejor os preguntáis que hago aquí, en mitad de esta pradera. Dentro de poco es el cumpleaños de mi madre, Ceres, diosa de la agricultura, la Madre Tierra, y me encantaría hacerle una corona de flores silvestres para que, cuando esté reunida con mis tíos y tías en las asambleas olímpicas, todos admiren su fragancia.
De fondo, Ceres, diosa de la agricultura, empieza a llamar a su hija.
CERES: (Voz en off) ¡Perséfone! ¡Hija mía! ¿Dónde estás?
PERSÉFONE: ¡Por Zeus! ¡Es madre! Tengo que esconder el cesto, sino se enterará de la sorpresa.
CERES: (Voz en off) ¡Hija! ¿Dónde te encuentras? ¿Estás por aquí?
PERSÉFONE: (Esconde el cesto detrás de unas rocas) ¡Estoy aquí, madre!
Entra en el escenario CERES.
CERES:  (Dirigiéndose a ella) Hija mía, aquí estás (Le da un abrazo) ¡Me tenías tan preocupada! Imaginé que deberías estar en la pradera de Nisa, ya que me preguntaste el otro día por ella. Pero, hija, por favor, no vuelvas a salir de casa sin decirme dónde te encuentras en cada momento. Aún eres muy joven y no sé qué me pasaría si algo malo llega a pasarte.
PERSÉFONE: Madre, no se preocupe tanto por mí. Aunque no lo creas, ya soy toda una doncella. Pronto cumpliré la mayoría de edad.
CERES: ¿Tan pronto ya? (Le vuelve a dar un abrazo) Fuiste una bendición, mi querida Perséfone. Siempre soñé con tener una hija y mis hermanos y hermanas me bendijeron con este don (le toca la cara con amor) Y, ¿puede saberse que hacías sola en este lugar?
PERSÉFONE: (Muy nerviosa) Es un secreto, madre. Me encantaría poder contárselo, pero es una sorpresa.
CERES: (Empieza a reírse) Seguro que estabas preparando algo para mi cumpleaños. Todos los años siempre haces lo mismo. ¿Te acuerdas cuando fuiste a los pies del monte Olimpo para buscar unas lapislázulis para hacerme un collar azul a juego con mis ojos?
PERSÉFONE: (Muy sonrojada) ¿Tan predecible soy?
CERES: ¡Eres muy inocente, hija! (Ríe a carcajadas. De pronto, mira al sol y muestra cara de preocupación) Ya llego tarde. Zeus se enfadará muchísimo otra vez.
PERSÉFONE: ¿Qué sucede, Madre? ¿Todo va bien?
CERES: No lo sé, hija. Zeus ha convocado una reunión urgente en el Olimpo. Normalmente, suele avisarnos con anterioridad. Algo debe estar tramando. En fin, debo marcharme. (Dándole un beso en la mejilla) Por favor, hija, no llegues tarde a casa. Ya sabes lo que me preocupa que llegues tarde.
PERSÉFONE: Lo sé, Madre. No se preocupe, antes de que se oculte el sol, estaré en casa.
CERES: Te quiero, hija mía. No sé qué haría sin ti.
CERES abandona el escenario. En el instante en que se marcha, PERSÓFONE se queda inmóvil, ya que ERATO se acerca a la joven.
ERATO: (Tocándole la mejilla y mirando al público) No hay nada tan bello como el amor entre una madre y una hija. Sin embargo, esta felicidad llegará pronto a su fin, puesto que esta asamblea convocada por Zeus es un ardid, ya que el dios de los dioses tramó con su hermano Hades, dios del inframundo, una perversa  reunión. A cambio de que Hades no soltase a los temibles titanes, Zeus le prometió la mano de Perséfone. Pero, ¿cómo arrebatarle a Ceres su bien más preciado? Observar lo que sucede a continuación y hacedme caso, nunca os fiéis de un extraño.
PERSÉFONE: (Mira a su alrededor, comprobando que no hay nadie, y recoge su cesto) ¡Casi se da cuenta de lo que estaba tramando! De todos modos, sabe que estoy preparándole una sorpresa.  (Repara en el contenido del cesto) Creo que ya tengo suficientes flores. Me pondré manos a la obra para hacer la corona y, cuando llegue a casa, se la daré. ¡Qué emoción! ¡No puede esperar a dársela!
HADES, dios del inframundo, sale al escenario entre las sombras. Lleva puesta una túnica negra. Es muy hermoso, sin embargo, su porte inspira terror a todo aquel que le mire.
HADES: ¡Bella Perséfone! ¡Qué buena hija eres!
PERSÉFONE: (Se gira para saber quién es el que le habla. No puede evitar asustarse ante la terrible mirada de Hades) ¿Quién es usted? ¿Cómo sabe mi nombre?
HADES: Querida, ¿no me reconoces?
PERSÉFONE: No, señor. En absoluto (Se levanta y recoge el cesto, el cual se le había caído tras ver al siniestro dios)Creo que se me está haciendo muy tarde. Es hora de regresar a casa.
HADES: ¿Es así cómo recibes a tu tío Hades? Pensé que mi querida hermana Ceres te había educado mejor.
PERSÉFONE: ¿Hades? ¿Eres Hades, dios del inframundo, uno de los tres grandes olímpicos? ¿No debería estar reunido en la asamblea?
HADES: (Se acerca a ella) No, querida. El dios del inframundo no puede acceder al Olimpo en ningún concepto. Ya sabes, a causa de la repartición del mundo y toda esa historia que algún día te contaré. (Pausa) En fin, ¿No le vas a dar un beso a tu tío?
PERSÉFONE: Claro, tío. (A pesar de saber quién es, se acerca con mucho terror y le da un beso en la mejilla)
HADES: Sabía que eras hermosa, Perséfone, pero la diosa Afrodita se arrodillaría ante ti. No me extraña que seas tan querida por todos.
PERSÉFONE: Gracias, tío, le diré a mi madre la dulzura de sus palabras. Pronto terminará la reunión y debo regresar antes de que llegue a casa mi madre.
HADES: Querida Perséfone, no te preocupes tanto por ella. Sólo te retendré unos minutos más. Sé lo que estabas preparando. Una corona de flores para tu dulce madre. Pero, ¿no te gustaría regalarle otra cosa? No sé (dubitativo) una corona de diamantes negros, por ejemplo.
PERSÉFONE: No, tío. Mi madre es la madre naturaleza. A ella le gusta todo lo que es artesanal. Sé que preferirá una corona de flores ante que tan valioso obsequio.
HADES: Perséfone, querida, le agarra de la cintura, mi propósito es otro (La mira a los ojos) Te amo, te deseo. Quiero que te unas a mí y te conviertas en mi reina.
PERSÉFONE: ¿Cómo? ¡Ni hablar! No le conozco y es usted el hermano de mi madre. ¡Jamás me casaría con usted! (Le da un empujó y se suelta de sus brazos)
HADES: En fin, no quería llegar a esto, pero, si hay que ser el malo, que así sea. (Levanta los brazos y Perséfone se aprieta el cuello. Algo le está asfixiando)
PERSÉFONE: ¿Qué me sucede? ¿Me estoy asfixiando? ¿Alguien me está agarrando del cuello?
HADES: Querida, no sabes quién soy. Soy el dios de las tinieblas, de los muertes, el rey del infierno. Todos se doblegan ante mí. Si exijo tu mano, nada ni nadie me lo puede negar. Ni siquiera mi hermano Zeus. ¿No sabes que tu gran y poderoso tío Zeus está de acuerdo con esto y ha convocado esa dichosa reunión solo con el único propósito para que tu madre esté entretenida y no sepa que sucederá contigo?
PERSÉFONE: (Se pone de rodillas agarrándose el cuello) No, tío, por favor, no haga eso. Por favor, se lo suplico.
HADES: No, Perséfone, haré lo que me plazca. Eres mía y te llevaré al inframundo con el fin de convertirte en mi reina y juntos pasaremos el resto de la eternidad.
PERSÉFONE (Gritando) ¡¡¡No!!!
HADES: (Hace el gesto de apretar más las manos, cayendo Perséfone al suelo, desmayada) Sí, querida. (La coge entre sus brazos) Al fin eres mía. Nada ni nadie volverá jamás a separarnos.
Salen juntos del escenario. URANIA rompe su pose y se sitúa en el lugar exacto dónde han caído las flores de PERSÉFONE.
URANIA: ¡Pobre Perséfone! Secuestrada por el dios del inframundo. A saber cuál será su desdichado destino. Sin embargo, algo terrible está a punto de acontecer. Terminada la reunión, Ceres llega a su hogar y descubre que su hija no está. Tan grande es el susto que se lleva que decide volver a la pradera en busca de Perséfone. (Vuelve al extremo del escenario y adquiere la postura de columna corintia) En ese instante, entra Ceres.
CERES: ¡Perséfone! ¡Hija! ¿Dónde estás? (Se sitúa en el centro del escenario) Estoy segura de que aquí fue donde se encontraba la última vez que nos vimos. (Gritando) ¡Perséfone, hija mía! ¿Dónde te encuentras? (Mira a su alrededor y descubre el cesto de flores tirado en el suelo) ¡Por todos los dioses! ¿No es este el cesto que Artemisa le regaló el día de su decimosexto cumpleaños? (Lo recoge) Lo es, estoy segura (Lo huele) Tiene el aroma de mi hija. No hay duda. Pero, ¿qué hace arrojado en el suelo? (Gritando) ¡Perséfone! ¡Perséfone! (Mira a su alrededor, se pone de rodillas y empieza a llorar) ¡Mi hija, mi dulce e indefensa hija! ¡Han secuestrado a mi hija! Mas, ¿quién ha sido el responsable de tal suceso?

  
TERCERA ESCENA
ERATO y URANIA se miran, rompen su postura solemne y juntas se sitúan en el centro del escenario, en el cual hay dos campesinos, arrodillados mirando al público.
ERATO: Hace días de la desaparición de Perséfone.
URANIA: Nueve días y nueve noches.
ERATO: Ceres deja de lado su labor como diosa de la agricultura.
URANIA: Bosques, campos y espesuras mueren con amargura.
ERATO: Ni siquiera Zeus puede evitar tan terrible mal.
URANIA: El mundo ha empezado a agonizar.
Vuelven a apartarse y se ubican a los extremos del escenario. Los campesinos toman la palabra.
CAMPESINO 1: Dioses del Olimpo, me llamo Paros de Nexos. Durante toda mi vida he trabajado como agricultor, he sido un hombre honrado, he dado todo lo que tenía para que mis hijos pudieran vivir. Sin embargo, algo terrible está pasando. Desde hace nueve días y nueve noches, nuestros campos se han marchitado. Los árboles se han secado, los frutos se han podrido, de la tierra no nace nada. Si todo sigue así, pronto moriremos de hambre.
CAMPESINO 2: Dioses del Olimpo, yo soy Castor de Ítaca. Decidnos qué debemos hacer. Por más que sembramos o recolectamos, no hay frutos para poder sobrevivir. Mi familia está hambrienta. Si esto sigue así todos moriremos.
CAMPESINO 1: Miles de sacrificios han hecho los ciudadanos de Nexos a todos los dioses, en especial a Ceres, diosa de la agricultura. Pero la diosa ya no nos escucha. ¿Qué es lo que sucede? ¿Qué mal hemos hecho para sufrir este castigo?
CAMPESINO 2: Escucha, Ceres, nuestro ruego. Sin ti, el mundo está acabado, sin ti, no hay vida y sin ti, el mundo sucumbirá.
Los dos campesinos bajan su cabeza y empiezan a rezar. De pronto, con una antorcha en mano, aparece Ceres, diosa de la agricultura.
CERES: (Mira a los mortales con desprecio) ¡Mortales egoístas! ¡Únicamente se preocupan por sus propios asuntos! Hasta que no encuentre a mi dulce Perséfone, no haré nada por nadie en la Tierra. Si este mundo ha de morir, pues que muera. ¿Es que nadie se preocupa por mi dulce hija? ¿Por qué nadie me ayuda a encontrarla? ¿Por qué nadie me dice dónde se encuentra? ¡Hija mía! He recorrido todo el mundo de lado a lado y sin rastro de ti. ¿Dónde estarás?
De pronto, se escucha un trueno y entra en el escenario Hermes, mensajero de los dioses.
CERES: ¿Hermes? ¿Eres tú? ¿Qué es lo que quieres de mí?
HERMES: Querida Ceres, vengo en nombre de Zeus, dios de dioses. Te exige que ocupes tu puesto como diosa y te encargues de tus labores. Mira a tu alrededor. No ves lo que está sucediendo. Todo se está marchitando. Los mortales están muriendo de hambre. De la tierra no nace nada. El agua dulce se está secando. Si todo esto sigue así, pronto dejaremos de existir también nosotros, ya que si no viven los mortales para que oren por nosotros, moriremos y caeremos en el olvido.
CERES: Una vida sin mi hija es una vida vacía. Si el mundo ha de morir, pues que muera. No quiero saber nada, Hermes. Hasta que no vuelva a tenerla entre mis brazos, no me preocuparé por la Tierra.
HERMES: Ceres, querida hermana, ¿no lo entiendes? ¡Caeremos en el olvido, muriendo por ello! Cuando Zeus me comentó lo importante que era tu labor, nunca le creí. (Pausa) En mi opinión, creo que eres una de las diosas más importantes del Olimpo. Por favor, (se arrodilla) te lo ruego, haz que la tierra vuelva a ser lo que era.
CERES: Hermes, levántate, eres el mensajero de los dioses. Aunque quisiera, no podría hacerlo. Perséfone era mi esencia, mi alma. Sin ella, no soy nada. Sin ella, el mundo tendrá que morir y con ello, todos nosotros.
HERMES: Sé que lo que voy a hacer está mal. Romperé una promesa.
CERES: ¿Cómo? ¿No te entiendo? ¿Qué quieres decir con eso?
HERMES: Ceres, sé dónde se encuentra Perséfone.
CERES: (Gritando) ¿Cómo? (Le agarra del cuello) Has dejado que esta tierra se muriera, que yo me muriera por la pérdida de mi hija, y en todo momento sabías dónde se encontraba. Dime, insignificante dios, ¿dónde está?
HERMES: Suéltame, Ceres, te lo suplico (La diosa le suelta y le tira al suelo) Hace nueve días, Zeus tuvo una reunión secreta con Hades. El dios del inframundo estaba cansado de estar apartado de la vida del Olimpo y ser el dios de los muertos, así que amenazó a Zeus de que soltaría a los titanes si eso seguía sucediendo. Zeus solo pudo convencerlo entregándole la mano de tu hija.  Sin embargo, sabía que nada ni nadie te convencería para que entregaras a Perséfone al mismísimo Hades. Por eso, Zeus tuvo que planear su secuestro.
CERES: No puede ser…
HERMES: Por este motivo, Zeus convocó aquella reunión. Para poder entretenerte, para que no supieras lo que estaba haciendo Hades. Y así es, Ceres, tu hija se halla en el inframundo, en el palacio funesto de Hades.
CERES: Te juro Hermes que como todo sea mentira ni los mortales podrán salvarte con sus rezos.
HERMES: Te doy mi palabra, hermana, te doy mi palabra.
CERES da media vuelta y sale corriendo del escenario para dirigirse al inframundo. HERMES se queda solo en el escenario.
HERMES: Lo siento, Zeus, lo hice por ti (sollozando) lo hice por ti. (Sale del escenario)

CUARTA ESCENA
El escenario simula el palacio de Hades, un palacio oscuro. En un extremo se encuentra HADES sentado en su trono, junto a PERSÉFONE, la cual se sienta a su lado.
HADES: Querida Perséfone, cada día que pasas a mi lado te vuelves más hermosa. Sin lugar a dudas, tú eres lo más hermoso que existe en el inframundo.
PERSÉFONE: No sé si tomarme esto como un insulto o un cumplido (arrastrando las últimas palabras), querido.
HADES: Tan mordaz como siempre. ¿Sabes que eso es uno de tus mayores encantos, Perséfone?
PERSÉFONE: ¿Y tú tienes alguno, Hades?
HADES: Los suficientes para arrancarte esa lengua si sigues hablándome con ese tono, querida.
PERSÉFONE: Lo siento, mi señor.
HADES: ¿Mi señor qué?
PERSÉFONE: Mi señor Hades, dios del inframundo, el ser más hermoso que habita en estos lares.
HADES: ¿Has visto lo fácil que es? (Le toca su mejilla) Hoy debemos ocuparnos de muchas obligaciones, recuérdame que hay que hacer.
PERSÉFONE: (Con resignación) Las parcas están teniendo problemas con su ojo del destino. No paran de pelearse por saber quién es la que debe poseerlo en primer lugar. Debes acudir y calmarlas, ya que si siguen así, el hilo de la vida de muchos mortales siguen sin ser cortados.
HADES: ¿Qué más?
PERSÉFONE: Caronte te pide audiencia. Quiere un remo nuevo para su barca. Dice que el que tiene ya está desgastado y podrido.
HADES: Pues que se las apañe con el que tiene. Me niego a hacerle ningún favor a ese montón de huesos. Espero que Cerbero le hinque pronto el diente.
De repente, un relámpago suena en mitad de la sala del palacio de Hades, apareciendo con ello CERES.
CERES: ¡Maldito seas, Hades! ¿Dónde está mi hija? (Se percata de que Perséfone está en la sala) ¡Hija! ¿Eres tú?
PERSÉFONE: (Se levanta al verla) ¡Madre! ¡Madre! (Intenta correr hacia ella, pero algo la retiene) ¡Ayúdame, por favor, ayúdame!
CERES: ¡Perséfone! (Se acerca hacia a ella, pero no puede, algo se lo impide) ¿Qué es lo que has hecho, Hades? No le habrás dado… (Pausa) No puede ser.
PERSÉFONE: Sí, madre. Así es. He comido del fruto del inframundo. Nada ni nadie podrá separarme de los brazos de Hades. A él le pertenezco. Soy la reina del inframundo hasta el fin de la eternidad.
CERES: (Gritando) ¡No! Me niego a consentir tal designio.
HADES: (Riéndose a carcajadas) ¿Te has fijado lo bien enseñada que la tengo? Así es, Ceres, te presento a mi esposa. Al tercer día de permanecer aquí, tras tenerla sin comer ni beber nada, solo tuve que darle un fruto de aquel árbol. Y ya conoces las reglas, querida, tú, junto con los otros olímpicos, las ideasteis. (Se vuelve a reír tras ver la cara de Ceres) Así que arrodíllate ante mi reina.
CERES: Hija mía, lo siento tanto. Jamás pensé que sucedería algo tan terrible como esto (Levanta la mano como si pudiera tocarla)
PERSÉFONE: Lo sé, madre. Yo también lo siento. (Hace el mismo gesto que su madre)
CERES: Tu agonía pronto se acabará, hija mía. Solo debes permanecer un mes más aquí. El mundo no aguantará tanto sin mi labor divina. Pronto moriremos todos y estaremos de nuevo juntas.
PERSÉFONE: ¡Madre, no, por favor! Piensa en la humanidad. No puedes permitir que ocurra esto.
CERES: Aún no eres madre, cielo. En el momento que lo seas, comprenderás todo lo que te digo. Eres mi alma, mi esencia, sin ti no soy nada.
HADES: ¿Renunciarás a ser diosa de la agricultura? ¿No sabes lo que eso significa? ¡Recapacita!
CERES: ¿Me estás pidiendo algo, Hades? Tú, que me has arrebatado todo lo que más quería en el mundo. No, Hades, ya conoces las reglas tú también.
ZEUS: (Voz en off) Todos las conocemos, querida.
CERES: El que faltaba por venir. (Entra en escena Zeus, dios de dioses, y Hera, diosa del matrimonio) ¿Hera? ¿Eres tú? (Le da un abrazo a su hermana) Hera, hermana mía, que desgraciada soy, ¿te has enterado de lo sucedido?
HERA: De todo, querida, de todo, y no por mi queridísimo esposo, sino por Hermes. Acaba de contármelo. Créeme, Ceres, si llego a saber que Zeus estaba preparando todo esto, no lo hubiera permitido.
ZEUS: (Enfadado) ¡Hera! ¡Me estás abochornando!
HERA: ¡El que se abochorna eres tú, Zeus, consintiendo todo esto. Por tu culpa, Ceres, la Madre Tierra, ha perdido a su hija y ya no se puede hacer nada a causa de tu dichosa ley.
ZEUS: Así es, Hera, así es (Mirando a Ceres) Ceres, créeme que esta era la única opción que me quedaba. Amenazó con soltar a los titanes.
CERES: Pues juntos hubiéramos luchado contra ellos y le hubiéramos derrotado otra vez, como tiempo atrás. Somos los grandes dioses olímpicos, Zeus, y lo que has hecho no tiene nombre. Podrías haberme consultado antes y haberlo meditado, pero no, prefieres actuar por detrás, como actúa tu dichoso e infame hermano.
HADES: Te recuerdo que estás en mi dominio, Ceres, no me faltes el respeto.
HERA: ¡Cállate, Hades! En bastante lío nos has metido todo por tus designios caprichosos. (Mirando a Ceres) Pero, cariño, tenemos una solución, ¿a qué sí, Zeus?
ZEUS: Querrás decir, tienes, Hera.
HERA: (Mirando con odio) Como Zeus me debía unas cuantas, he conseguido que entre en razón y va a hacer algo por ti. No es la mejor solución, pero al menos es algo.
CERES: ¿De verdad?
PERSÉFONE: ¡Madre, volveremos a estar juntas, ya lo verás!
HADES: ¡Zeus, recuerda mis palabras! ¡Si me la arrebatas, soltaré de nuevo a los titanes y destruirán la tierra!
ZEUS: Créeme, Hades, esta opción beneficiará a todos. (Se sitúa en el centro del escenario. Los demás personajes se apartan) Por el poder que se me ha otorgado, yo, Zeus, dios de dioses, permitiré que durante seis meses, Perséfone esté con su madre Ceres, diosa de la agricultura.
PERSÉFONE: ¡Madre! ¿Has escuchado? ¡Volveremos a estar juntas!
CERES: Pero, ¿cómo que seis meses?
ZEUS: (Enfadado) ¡No me interrumpáis! Sin embargo, durante los seis meses restantes, a causa de haber tomado el fruto del inframundo, Perséfone regresará a lado de su marido Hades, ejerciendo su labor como reina del infierno.
HADES: ¡Perfecto! Al menos seguiremos estando juntos, Perséfone.
PERSÉFONE: No, por favor. Zeus, no permita tal hecho. Madre, haga algo.
CERES: No, querida. Es la mejor opción que ha podido realizar Zeus. (Mirando a Hera) Gracias, hermana. Sé que tú eres la que te has compadecido de mí.
HERA: Eres mi hermana, Ceres. Por ti haría cualquier cosa, querida.
ZEUS: Pues que así sea.
Salen todos los personajes excepto las musas, ERATO y URANIA. Ambas dejan su pose de columna corintia y se acercan al centro del primer término del escenario.
ERATO: Por eso, cuenta la tradición que durante los seis meses que pasa Perséfone con su madre, Ceres está tan contenta que la tierra vuelve a cobrar vida, los campos floreces, el agua emana de las fuentes, creándose de esta forma la primavera y el verano, pero, cuando regresa con su esposo, Ceres está tan triste que la tierra vuelve a morirse poco a poco, conformándose los meses de otoño e invierno.
URANIA: Realmente tu versión literaria es preciosa, hermana. No lo puedo negar.
ERATO: Gracias, hermana. La tuya tampoco estaba tan mal del todo.
URANIA: Sin embargo, ¿sabes que es lo que más me ha gustado de tu historia?
ERATO: ¿El qué?
URANIA: El amor de una madre es el mejor tesoro que se puede tener, ya que madre, solo hay una.






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