Estimados Opoeliteratos:
En esta entrada os paso el comentario poético de un fragmento de la Égloga III de Garcilaso de la Vega. Espero que os sea de ayuda.
Atentamente,
Alejandro Aguilar Bravo.
Climene, llena de destreza y maña,
el oro y las colores matizando,
iba de hayas una gran montaña,
de robles y de penas varïando;
un puerco entre ellas, de braveza extraña,
estaba los colmillos aguzando
contra un mozo no menos animoso,
con su venablo en mano, que hermoso.
Adonis éste se mostraba qu’era,
según se muestra Venus dolorida,
que viendo la herida abierta y fiera,
sobr’él estaba casi amortecida;
boca con boca coge la postrera
parte del aire que solia dar vida
al cuerpo por quien ella en este suelo
aborrecido tuvo al alto cielo.
Tras esto, el puerco allí se via herido
d’aquel mancebo, por su mal valiente,
y el mozo en tierra estaba ya tendido,
abierto el pecho del rabioso diente,
con el cabello d’oro desparcido
barriendo el suelo miserablemente;
las rosas blancas por allí sembradas
tornaban con su sangre coloradas.
Nos hallamos ante un texto plenamente inserto en el Renacimiento español, época en la que el ser humano recupera la confianza en sus capacidades, vuelve la mirada a la Antigüedad clásica como modelo de belleza y equilibrio, y cultiva una poesía caracterizada por la armonía formal, la expresión elegante de los afectos y la idealización de la naturaleza. En este contexto, la lírica se convierte en un cauce privilegiado para explorar las pasiones humanas bajo una luz serena, medida y musical.
En este panorama destaca Garcilaso de la Vega, figura esencial del Renacimiento poético castellano. Soldado y cortesano, introduce en nuestra literatura las formas italianas —el endecasílabo, los temas mitológicos, la introspección amorosa— dotándolas de una naturalidad y limpidez expresiva que lo convierten en modelo de referencia para toda la tradición posterior. Su obra, breve pero decisiva, orbita alrededor de un ideal amoroso elevado, siempre en tensión entre el gozo y el dolor.
La Égloga III está compuesta en octavas reales, estrofas de ocho versos endecasílabos con rima ABABABCC, creadas por Boccaccio e introducidas en España por Garcilaso y su amigo Boscán. El desarrollo del poema trascurre en un solo día, en el que cuatro ninfas pasan la jornada en las riberas del Tajo, descritas con un realismo minucioso. La composición adopta la forma de una écfrasis, pues se detiene en la descripción artística de los tapices que ellas están tejiendo, y cuyo contenido se presenta con gran fuerza visual gracias al uso simbólico del color. Estos tapices recogen historias de amor trágico.Filódoce teje el episodio de Orfeo y Eurídice, difundido por diversas fuentes clásicas y muy afín a la sensibilidad elegíaca de Garcilaso.
Dinámene representa en su labor la metamorfosis de Dafne, perseguida por Apolo, donde el dolor del dios contrasta con la belleza serena del paisaje.
Climene, cuyo tapiz corresponde al fragmento que comentamos, borda la muerte de Adonis a manos de un jabalí y el lamento de Venus sobre el cuerpo del joven.
Finalmente, Nise introduce un caso real ligado a la biografía sentimental del propio Garcilaso: la muerte de Elisa y el dolor del pastor Nemoroso, motivo que cierra la égloga y enlaza con la elegía personal que recorre toda la obra del poeta.
Atendiendo al plano del contenido, la composición se articula en dos grandes partes bien diferenciadas. En primer lugar, los versos 1-2 constituyen la presentación de Climene, la ninfa tejedora. El poeta destaca su destreza y maestría en el arte de matizar colores y trabajar el oro, lo que introduce el marco ecfrástico del poema y prepara la aparición del motivo mitológico que aparecerá tejido en su tapiz. Esta breve sección funciona como entrada a la escena y como justificación narrativa del desarrollo posterior.
La segunda parte, que se extiende desde el verso 3 hasta el verso 24, recoge la historia mitológica de la muerte de Adonis, el lamento de Venus y la transformación floral que sigue a la tragedia. Esta sección presenta la estructura propia de un texto narrativo, ya que el yo poético no expresa vivencias personales, sino que se limita a contar los acontecimientos representados en el tejido. El planteamiento se concentra en la descripción del enfrentamiento entre Adonis y el jabalí, donde se subrayan tanto la fiereza del animal como la valentía del joven. El nudo aparece cuando el jabalí hiere mortalmente a Adonis, momento en que Venus llega “dolorida” y lo encuentra agonizante, inclinándose sobre él casi desvanecida. Finalmente, el desenlace se produce cuando la sangre del joven, al caer sobre las rosas blancas, las tiñe de rojo y da origen simbólico a la amapola, flor que queda para siempre asociada al mito y que corona el dolor de la diosa.
Por lo tanto, el poema presenta a Climene, una ninfa de gran habilidad en el tejido, que está elaborando un tapiz en el que representa la historia trágica de Adonis. En su diseño aparece el joven enfrentándose a un jabalí de insólita bravura, combate que termina con la muerte del muchacho. Venus llega entonces desconsolada, se inclina sobre el cuerpo herido y derrama su aflicción. La sangre de Adonis cae sobre las rosas blancas del entorno, que se vuelven rojas, lo que simboliza el nacimiento de la amapola como recuerdo perpetuo de su pérdida.
Por ello, el tema central de la composición es el dolor de Venus ante la muerte de Adonis y la creación simbólica de la amapola como consecuencia de su sangre derramada y del lamento de la diosa.
Haciendo uso del planteamiento teórico de Roman Jakobson, desarrollado en su obra Lingüística y poética (1960), en el texto destaca principalmente la función poética, visible en la cuidada disposición formal del poema, en el ritmo endecasilábico y en el trabajo estético de la palabra. Junto a ella, adquiere relevancia la función referencial, ya que el yo poético articula un relato en tercera persona y se centra en describir objetivamente los hechos —el combate, la herida, la llegada de Venus y la metamorfosis final—, algo que se refleja en el predominio de verbos que narran acciones externas al emisor.
A continuación, iniciaremos el estudio del plano fónico. Siguiendo la teoría de Dámaso Alonso en La lengua poética de Luis de Góngora, distinguimos entre la luminosidad vocálica propia de a y e y la oscuridad vocálica asociada a o y u. En las dos primeras estrofas, la mayoría de los finales de verso terminan en vocales clara lo que aporta una musicalidad clara y ligera que acompaña la presentación del tapiz de Climene, mostrando sus colores y formas con una sonoridad abierta. Frente a ello, los versos 7 y 8 y los versos 15 y 16 cierran con vocales oscuras, lo que introduce un matiz grave que anticipa la tensión trágica del relato: la presencia del jabalí, el peligro que acecha y el destino fatal de Adonis. Esta alternancia entre luminosidad y oscuridad vocálicas prepara el tono emocional del mito.
En contraste, en los dos últimos versos de la tercera estrofa predomina claramente la vocal /a/. Esa concentración de luminosidad final no es arbitraria: corresponde al momento de la creación de la amapola, flor nacida de la sangre del joven. La claridad vocálica subraya la metamorfosis y marca el paso del dolor a la permanencia simbólica, en concordancia con el tema de la composición.
En lo referente al consonantismo, la primera estrofa presenta un claro predominio de la nasal labial sonora /m/, que aporta suavidad y un ritmo ondulante que armoniza con la presentación del tapiz. Junto a ella aparece la nasal palatal /ñ/, cuyo timbre asociado al daño anticipa la tragedia. En la segunda estrofa, coincidiendo con la muerte de Adonis y el lamento de Venus, se refuerza la presencia de las dentales /t/ y /d/, consonantes de articulación dura que reproducen fonéticamente la violencia del golpe mortal y la aspereza del dolor. Finalmente, en la tercera estrofa se intensifica la nasal alveolar /n/ en posición implosiva (mancebo, valiente, tendido, diente, barriendo, miserablemente, blancas, sembradas, sangre), aportando densidad sonora al momento culminante de la metamorfosis, donde la emoción extrema y la aparición de la amapola se concentran en un cierre de gran intensidad expresiva.
En cuanto a la métrica, nos encontramos ante tres octavas reales compuestas por 24 versos endecasílabos, con rima consonante perfecta y esquema 11A 11B 11A 11B 11A 11B 11C 11C. Predomina un ritmo yámbico que favorece la fluidez del relato. Dentro de la diversidad de endecasílabos, destaca el uso del endecasílabo enfático en versos como «iba de hayas una gran montaña», que, al insistir en la acentuación fuerte en la cuarta sílaba, contribuye a subrayar el inicio de la tensión narrativa. Frente a ello, versos como «boca con boca coge la postrera» o «parte del aire que solía dar vida»intensifican su solemnidad y marcan los momentos de mayor gravedad emocional.
Respecto al ritmo sintáctico, las pausas internas y los encabalgamientos suaves sustentan un discurrir fluido, acorde con la narración del mito, mientras que el uso del asíndeton genera un ritmo pausado y solemne que se ajusta al carácter trágico de la historia.
Finalmente, la modalidad enunciativa o declarativa domina todo el fragmento: el yo poético describe con objetividad la escena mítica, lo que resulta coherente con el tema de la composición, ya que la tragedia de Adonis se presenta como un relato cerrado, solemne y contemplado a distancia por la voz narradora.
Dentro del plano morfológico, en el fragmento predominan claramente los sustantivos concretos, algo propio de una écfrasis que describe un tapiz y una escena mitológica cargada de acción. Estos nombres aportan plasticidad al relato y refuerzan la intensidad visual y trágica del tema. Sustantivos como puerco, colmillos, herida, venablo, mozo, cuerpo, rosas o sangre permiten visualizar el enfrentamiento, el daño sufrido por Adonis y la posterior transformación de las flores con su sangre, elemento clave en la creación simbólica de la amapola.
A ellos se suman los antropónimos mitológicos, esenciales para comprender el sentido del pasaje: Adonis, centro del mito y víctima de la tragedia; Venus, cuyo lamento provoca la carga emocional del fragmento; y Climene, que muestra el tapiz donde se narra la escena. Estos nombres propios sitúan el texto en la tradición clásica y refuerzan el carácter trágico y simbólico del relato.
En el plano verbal predominan los verbos en pretérito imperfecto de indicativo (estaba, iba, mostraba, tornaban, etc.), un tiempo que aporta una sensación de continuidad y desarrollo narrativo. Esta elección verbal encaja con el tema, pues el poeta está contando la historia del tapiz de Climene: un relato que avanza de manera progresiva hacia la muerte de Adonis y el lamento final de Venus. El imperfecto, con su valor durativo, permite presentar la escena como un proceso en evolución, no como un instante aislado.
A estos imperfectos se suman formas verbales no personales, especialmente gerundios como variando o aguzando. Su presencia en la primera estrofa añade dinamismo y refuerza la idea de acción continua dentro de la escena representada. Estos gerundios intensifican el movimiento del combate entre Adonis y el jabalí, subrayando la creciente tensión que conduce a la tragedia y, finalmente, a la creación simbólica de la amapola.
El fragmento presenta una selección significativa de adjetivos calificativos (gran, extraña, animoso, hermoso, dolorida, abierta, fiera, amortecida, aborrecido, valiente, rabioso, blancas, coloradas), cuyo uso aporta una fuerte carga estética y contribuye a la belleza plástica del pasaje, elemento fundamental en una écfrasis. Estos adjetivos no solo describen, sino que intensifican el tono emocional del mito.
Muchos de ellos subrayan la tensión trágica del relato: extraña y rabioso perfilan la amenaza del jabalí; dolorida, abierta, fiera, amortecida expresan el sufrimiento de Adonis y el desconsuelo de Venus, núcleo del tema. Otros adjetivos, como hermoso o animoso, resaltan la figura idealizada del joven, cuya belleza y valentía contrastan con la violencia de su destino. Finalmente, blancas y coloradas resultan esenciales para la creación de la amapola, pues marcan el tránsito visual de las rosas puras al rojo de la sangre, cerrando simbólicamente el significado del mito.
En la tercera estrofa destacan los adverbios allí, ya y miserablemente, que intensifican el tono trágico del fragmento. Allífija el escenario exacto de la muerte de Adonis, reforzando la visualidad propia del tapiz; ya marca la inmediatez del desenlace, señalando que el joven ha caído y que nada puede evitar su destino; y miserablemente aporta un matiz valorativo que acentúa la dimensión patética del cuerpo tendido. Estos adverbios contribuyen a subrayar el tema, pues hacen más vívida y emocional la escena que culmina en la creación simbólica de la amapola.
En cuanto al plano sintáctico, la composición está articulada en tres períodos oracionales, cada uno correspondiente a una estrofa del poema. En la primera estrofa encontramos dos oraciones yuxtapuestas. La primera, «Climene, llena de destreza y maña, el oro y las colores matizando, iba de hayas una gran montaña, de robles y de penas variando», presenta la labor de Climene, que muestra su tapiz mientras aparecen los elementos que lo componen. La segunda oración yuxtapuesta se desarrolla desde «Un puerco entre ellas…» hasta «con su venablo en mano, que hermoso», donde ya se introduce la escena narrativa del combate entre Adonis y el jabalí.
En esta segunda proposición destaca el uso de una construcción comparativa implícita («que hermoso»), que funciona como un refuerzo enfático de la belleza del joven Adonis. Esta intensificación es coherente con el tema, pues resalta la dimensión trágica: cuanto más sublime aparece el joven, más dolorosa resulta su muerte y más sentido tiene la metamorfosis final que dará origen a la amapola.
En la segunda estrofa, al igual que en la primera, el período oracional se organiza en dos oraciones yuxtapuestas. La primera abarca desde «Adonis éste se mostraba qu’era…» hasta «casi amortecida». En ella destaca la construcción modal «según se muestra Venus dolorida», que introduce la escena desde la perspectiva emocional de la diosa. Dentro de este segmento aparece además una proposición subordinada de relativo («que viendo la herida abierta y fiera sobr’él…»), que incorpora a su vez otra construcción modal. Este encadenamiento sintáctico aporta un efecto de detenimiento y contemplación, recreando con detalle el momento dramático en que Venus contempla el cuerpo moribundo de Adonis. La sintaxis, por tanto, acompasa la intensidad del lamento y subraya la gravedad emocional del tema.
La segunda oración yuxtapuesta se extiende desde «boca con boca…» hasta «tuvo al alto cielo». En ella resulta especialmente relevante la construcción causal «por quien ella en este suelo aborrecido tuvo al alto cielo». Esta cláusula expresa, de forma hiperbólica, la causa profunda del dolor de Venus: Adonis es el motivo por el que la diosa prefirió la vida en la tierra frente a la perfección del cielo. Esta causa extrema realza el dramatismo del mito y conecta directamente con el tema del fragmento, pues solo un amor tan absoluto puede justificar la intensidad del lamento que precede a la creación simbólica de la amapola.
En la tercera estrofa, el poema presenta un tercer período oracional, también formado por dos oraciones yuxtapuestas. La primera va desde «Tras esto, el puerco allí se vía herido…» hasta «barriendo el suelo miserablemente», y está compuesta internamente por dos coordinadas copulativas que encadenan la herida del jabalí con la caída del mancebo. En ella destacan dos construcciones de especial relevancia para el tema: por un lado, la proposición subordinada de relativo «abierto el pecho del rabioso diente», que refuerza la violencia del ataque y subraya la causa física de la muerte de Adonis; y por otro, la construcción modal «barriendo el suelo miserablemente», que intensifica el patetismo de la escena mediante un adverbio que acentúa la degradación del cuerpo tendido y prepara emocionalmente la metamorfosis final.
La segunda oración yuxtapuesta, «las rosas blancas por allí sembradas tornaban con su sangre coloradas», es una oración simple que recoge el motivo esencial del desenlace: la transformación simbólica de las flores al contacto con la sangre del joven. Su sencillez sintáctica contrasta con la complejidad anterior y resalta el sentido mítico del cierre, que culmina en la creación de la amapola, núcleo del tema del fragmento.
En el fragmento predomina una estructura paratáctica, marcada por la abundancia de oraciones yuxtapuestas en cada uno de los tres períodos oracionales. Esta preferencia por la yuxtaposición responde a la naturaleza narrativa y descriptiva del pasaje: el poeta encadena acciones e imágenes de manera directa, casi visual, como si siguiera el orden de las escenas representadas en el tapiz. Esta disposición favorece un ritmo fluido y solemne, adecuado para la tragedia de Adonis y para la progresión emocional que culmina en la creación simbólica de la amapola.
A continuación se iniciará el estudio del plano léxico semántico de esta composición poética. En cuanto al léxico, el fragmento emplea un léxico culto y elevado, propio de la poesía renacentista y acorde con la solemnidad del mito de Adonis y Venus. La elección de palabras precisas y de gran carga expresiva —dolorida, amortecida, miserablemente, coloradas— contribuye a dotar al texto de una fuerte belleza plástica, imprescindible en una écfrasis que describe un tapiz mitológico.
Este léxico culto convive con términos de carácter concreto y descriptivo, como puerco, venablo, colmillos, sangre, rosas, que aportan nitidez visual a la escena y refuerzan la dimensión trágica del relato. La combinación de ambos registros conforma un lenguaje refinado pero vívido, adecuado para expresar el tema: la muerte del joven amado, el lamento de Venus y la metamorfosis que dará origen a la amapola.
Siguiendo el método de Isabel Paraíso en Comentario de textos poéticos, la palabra clave del fragmento es sangre, ya que concentra el valor simbólico y el núcleo del tema: la muerte de Adonis y la posterior creación de la amapola. La sangre actúa como motor semántico del desenlace, desencadenando la metamorfosis que da sentido al tapiz mostrado por Climene.
A partir de esta palabra clave se desprenden las palabras testigo, que ayudan a organizar el campo semántico del fragmento: puerco, Adonis y Venus.Puerco remite al agente de la muerte y activa el campo léxico de la violencia.
Adonis representa la víctima amada, cuya belleza y destino trágico ordenan el sentido narrativo del mito.
Venus encarna el dolor y la dimensión afectiva del relato, ya que su lamento marca el tono emocional del poema.
Estas palabras testigo, vinculadas directamente con sangre, articulan los ejes fundamentales del fragmento: violencia, muerte, amor y metamorfosis.
En el fragmento se organizan varios campos semánticos que sostienen el sentido trágico del mito y refuerzan la progresión hacia la muerte de Adonis y la creación de la amapola.
En primer lugar, destaca el campo semántico de la violencia y el daño, integrado por términos como puerco, colmillos, herida, diente, rabioso, pecho abierto. Este campo construye la escena del ataque y sitúa la muerte en el centro del relato, coherente con la aparición final de la sangre como detonante de la metamorfosis.
Junto a él aparece el campo semántico de la belleza, visible en palabras como hermoso, animoso, valiente, que rodean la figura de Adonis y subrayan la dimensión contrastiva del mito: cuanto más elevada es su belleza, más intensa resulta la tragedia.
Por último, el campo semántico de la naturaleza (rosas, blancas, coloradas, suelo, montaña, robles) articula el espacio del tapiz y cobra relevancia en el desenlace, pues es la naturaleza la que reacciona ante la muerte del joven. La transformación de las rosas en coloradas anticipa la creación simbólica de la amapola, eje del tema del fragmento.
Estos campos semánticos, al entrelazarse, refuerzan la tensión fundamental entre belleza, violencia y metamorfosis, que define la esencia del mito de Adonis.
En el fragmento pueden identificarse varios tópicos literarios propios de la tradición clásica y renacentista. Entre ellos destaca militia amoris, tópico que presenta el amor como una forma de combate. Su presencia es especialmente pertinente aquí: el enfrentamiento entre Adonis y el jabalí funciona como una batalla simbólica, donde el joven amante se expone al peligro extremo y acaba perdiendo la vida. La lucha amorosa se convierte, literalmente, en una lucha física, lo que refuerza el carácter trágico del mito.
Junto a este tópico, aparece también el lamento amoroso (querella amoris), visible en la reacción de Venus ante la muerte de Adonis. Su dolor extremo y su caída “casi amortecida” evocan el sufrimiento propio de la amada ante la pérdida del ser querido.
Finalmente, puede apreciarse el tópico de la metamorfosis, heredado de Ovidio, fundamental en el desarrollo del tema: la sangre del joven transforma las flores y origina la amapola, símbolo que perpetúa tanto la belleza de Adonis como el lamento de Venus.
En esta composición poética destacan varias figuras de pensamiento que intensifican la carga emocional del mito y refuerzan el tono trágico del relato. La hipérbole aparece con fuerza en expresiones como «por quien ella en este suelo aborrecido tuvo al alto cielo», donde se exagera el amor de Venus hacia Adonis hasta convertirlo en la causa de su preferencia por la vida terrenal. Esta exageración subraya la intensidad del lamento amoroso y prepara la transformación final.
Destacable es el uso de la metáfora, ya que se emplean varias que contribuyen a la intensidad visual y simbólica del mito. Una de las más relevantes es la metáfora final de las «rosas blancas… tornaban con su sangre coloradas», donde el cambio de color de las flores funciona como imagen metafórica de la transformación del dolor en memoria. Esta metáfora anticipa la creación de la amapola y convierte la sangre de Adonis en un agente poético capaz de modificar la naturaleza. También actúa como metáfora la expresión «cabello de oro», aplicada a Adonis. No se trata de una simple descripción cromática: el “oro” sugiere la belleza idealizada del joven, su carácter casi divino y el valor excepcional que tiene para Venus. Su caída al suelo “barriendo” el entorno intensifica así el contraste entre perfección y destrucción, núcleo emocional del tema. Otra metáfora significativa se aprecia en «rabioso diente», donde el diente del jabalí es caracterizado como si tuviera voluntad propia y una ira interna, simbolizando la fuerza ciega y fatal del destino que se abate sobre Adonis. Esta proyección emocional prepara el lamento de Venus y refuerza la lectura trágica.
Además es relevante la prosopopeya o personificación, implícita en la reacción de la naturaleza: las rosas blancas que «tornaban con su sangre coloradas» actúan como agentes sensibles ante la tragedia, anticipando la creación de la amapola, núcleo del tema del fragmento.
La composición se inserta en la tradición de la égloga, un género pastoril que llega a España a través de los modelos italianos y que encuentra en Garcilaso de la Vega su forma clásica. A partir de él, la égloga adquiere un tono elevado, mezcla de naturaleza idealizada, amor y mito, convirtiéndose en una de las formas poéticas más prestigiosas del Renacimiento hispánico. Tras Garcilaso, otros autores prolongaron esta línea: Luis de Góngora, con su Fábula de Polifemo y Galatea, reelaboró motivos pastoriles con un estilo más culterano; y en el Romanticismo, José de Espronceda, en su Canto a Teresa, recuperó el tono elegíaco y la tensión emocional propios del género, aunque desde una sensibilidad moderna.
El fragmento mantiene, además, una clara intertextualidad con Las Metamorfosis de Ovidio, obra matriz de gran parte de la mitología amorosa. La historia de Adonis y Venus forma parte de este universo ovidiano, donde la tragedia sentimental desemboca en una transformación natural. Este motivo puede compararse con otros relatos célebres de metamorfosis: la creación del narciso tras la muerte de Narciso, la conversión de Dafne en laurel para huir de Apolo, o la transformación de Hilas, Filemón y Baucis… En todos ellos, el dolor humano encuentra una forma de permanencia en la naturaleza, igual que en nuestro fragmento la sangre de Adonis da origen a la amapola.
Por último, el pasaje se vincula al tópico literario de la querella amoris, el lamento amoroso, fundamental en la tradición grecolatina y renacentista. El duelo de Venus ante el cuerpo de Adonis encarna este tópico con gran intensidad: su caída “casi amortecida” y su dolor absoluto representan la expresión extrema del sufrimiento amoroso, que se inscribe de lleno en la línea elegíaca que recorre buena parte de la poesía occidental.
En conclusión, este fragmento de la Égloga III de Garcilaso de la Vega ofrece una síntesis ejemplar de la sensibilidad renacentista: a través de la écfrasis del tapiz de Climene, el poeta recrea el mito de Adonis y Venus combinando armonía formal, intensidad emotiva y profundidad simbólica. La muerte del joven, el lamento de la diosa y la metamorfosis de las flores en amapola articulan un recorrido que va de la belleza a la violencia y de la violencia a la memoria. La cuidada organización métrica, el léxico culto y los múltiples ecos ovidianos y pastoriles convierten el texto en una reflexión poética sobre el poder del amor y de la poesía para perpetuar el dolor en forma de belleza perdurable.

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