Estimados alumnos y alumnas:
En esta entrada os paso el comentario de texto para la asignatura La literatura española del siglo XX: hasta 1939 del poema de Luis Cernuda, Donde habite el olvido.
Espero que os sea de ayuda
Atentamente,
Alejandro Aguilar Bravo.
Donde habite el olvido,
En los vastos jardines sin aurora;
Donde yo sólo sea
Memoria de una piedra sepultada entre ortigas
Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.
Donde mi nombre deje
Al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
Donde el deseo no exista.
En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
No esconda como acero
En mi pecho su ala,
Sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.
Allí donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya,
Sometiendo a otra vida su vida,
Sin más horizonte que otros ojos frente a frente.
Donde penas y dichas no sean más que nombres,
Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
Disuelto en niebla, ausencia,
Ausencia leve como carne de niño.
Allá, allá lejos;
Donde habite el olvido.
El poema “Donde habite el olvido” pertenece a la obra Las nubes (1937) y forma parte del amplio proyecto poético La realidad y el deseo, conjunto que resume la evolución lírica de Luis Cernuda y en el que el autor organiza toda su obra siguiendo una fuerte coherencia temática e intelectual. Este poema puede situarse en la etapa de madurez de Cernuda, marcada por la introspección existencial, el conflicto entre deseo y realidad y una profunda reflexión sobre el amor y su dimensión destructora. Su escritura coincide con uno de los momentos más intensos del desarrollo de la Generación del 27, grupo poético que integra tanto influencias de la tradición clásica como de las vanguardias europeas, y que se caracteriza por una búsqueda de depuración expresiva, renovación estética y densidad simbólica.
Desde la perspectiva histórica y literaria, el poema se inserta en la fase del 27 en la que la poesía evoluciona desde la “poesía pura” hacia una expresión más humanizada. Aunque Cernuda comparte con sus compañeros el interés por la metáfora esencial, la economía expresiva y el rigor formal, su obra introduce un matiz profundamente personal: una concepción del amor como experiencia desgarradora, un sentimiento de extranjería frente al mundo y una tendencia a la sublimación del deseo frustrado. En este sentido, su voz lírica encarna uno de los paradigmas más representativos de la poesía del 27: un equilibrio entre claridad conceptual, simbolismo y emotividad depurada.
En cuanto a la vida y obra del autor, Luis Cernuda (1902–1963) es uno de los poetas más esenciales del 27. Su trayectoria se caracteriza por una evolución continua que lo lleva desde los ecos de la poesía pura hasta una lírica abiertamente existencial. La experiencia amorosa, frecuentemente dolorosa y vinculada a la imposibilidad, atraviesa toda su producción. Asimismo, su condición de exiliado desde 1938 intensifica su percepción de desarraigo, soledad y nostalgia, que se proyectan en poemas donde el yo se debate entre la afirmación del deseo y la conciencia de su fracaso. La realidad y el deseo expresa, precisamente, esta tensión interna entre lo que se anhela y lo que el mundo concede.
Dentro de este marco, “Donde habite el olvido” es uno de los poemas emblemáticos de Cernuda, no solo por la intensidad emocional que contiene, sino también por la claridad de su formulación poética. La composición se estructura en una serie de bloques líricos que funcionan como movimientos sucesivos del deseo: primero, la aspiración a desaparecer; después, la denuncia del amor como fuente de tormento; luego, la renuncia al vínculo afectivo que ata y oprime; y por último, la evocación de un espacio final donde nada quede de la identidad herida. La estructura, por tanto, avanza desde el anhelo de liberación hacia el despojamiento absoluto del yo.
El poema puede resumirse como la búsqueda de un lugar —real o simbólico— donde el sujeto lírico quede al margen del recuerdo, del deseo y del sufrimiento. Ese lugar, “los vastos jardines sin aurora”, representa la disolución de la conciencia, el abandono de la identidad y el fin del tormento amoroso. El tema se centra en la renuncia al amor como respuesta al dolor que este provoca. Es, además, una reflexión sobre el olvido como única forma de libertad: solo cuando el yo deje de ser prisionero del deseo podrá alcanzar una existencia serena, “disuelto en niebla, ausencia”. El poema se sostiene, por tanto, en una dialéctica entre amor y aniquilación, deseo y vacío, memoria y disolución.
La aplicación de la teoría del 27 resulta evidente. El poema muestra la depuración expresiva propia de la poesía pura: el lenguaje es esencial, despojado de ornamentos, y cada imagen apunta a una realidad simbólica profunda. La metáfora es el recurso dominante: los “jardines sin aurora” simbolizan un espacio de no-tiempo, la anulación de la conciencia; el amor es descrito como “ángel terrible”, metáfora que combina belleza y destrucción en una misma imagen. Esto enlaza con el gusto del 27 por la metáfora intelectual, aquella que no se limita a la descripción sensorial sino que sugiere un concepto abstracto. El poema incorpora también rasgos de la influencia surrealista, particularmente visibles en la libertad asociativa y la construcción de un espacio irreal que trasciende lo cotidiano. La presencia del yo es intensa, pero no confesional: se trata de un yo estilizado, que se convierte en símbolo universal del hombre herido por el amor.
Es igualmente apreciable la huella del neoplatonismo que recorre parte de la poética de Cernuda: la realidad material es presentada como insuficiente, y solo la disolución en un nivel de no-ser parece ofrecer una forma de plenitud negativa. Esta tendencia hacia la abstracción y la interioridad sitúa el poema en la línea más metafísica del 27, próxima a Salinas por la depuración, pero profundamente distinta por el tono elegíaco y la concepción del deseo como herida incurable.
En el plano de las figuras literarias, el poema destaca por la presencia de anáforas (“Donde…”, “Allí…”, “Allá…”), que estructuran el discurso como un ascenso hacia la desaparición. Se aprecia también el uso de personificaciones, por ejemplo cuando el viento “escapa a sus insomnios”, dotando a los elementos naturales de inquietud humana. Las metáforas abundan: “carne de niño” para expresar la fragilidad de la ausencia, “ángel terrible” para representar el amor, “memoria de una piedra” como símbolo de identidad fosilizada. La antítesis aparece en la oposición constante entre deseo y olvido, vida y disolución, amor y libertad. El poema participa así del tópico del rechazo amoroso, pero transformado en clave existencial: no es la pérdida del ser amado lo que se lamenta, sino el desgaste que el amor provoca en el yo.
“Donde habite el olvido” expresa una de las claves esenciales de la poética de Cernuda: el amor conduce inevitablemente al sufrimiento porque nace del deseo, y solo la renuncia absoluta puede traer una paz precaria. Esta visión, profundamente influida por la estética del 27 y por la experiencia vital del poeta, convierte el poema en una meditación sobre el despojamiento, sobre la búsqueda de un espacio en el que el yo pueda desaparecer para liberarse de sí mismo. Al mismo tiempo, es una de las expresiones más puras del lirismo moderno: un poema que, desde la claridad formal, alcanza una extraordinaria densidad simbólica y emocional.
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