21 de julio de 2015

SUEÑO DE UNA NOCHE DE VERANO. ADAPTACIÓN

ACTO I
ESCENA PRIMERA
Entran TESEO y HIPÓLITA
TESEO: Bella Hipólita, nuestra boda ya se acerca; dentro de cuatro días seremos marido y mujer. Sin embargo, ¡qué despacio pasan los días!
HIPÓLITA: Pronto pasarán estos cuatro días y pronto todos los miembros de nuestra corte podrán contemplar nuestra honorable ceremonia.
TESEO: Hipólita, te he cortejado con mi espada e, hiriéndote, tu amor he conquistado. Pero, en esta ocasión, voy a casarme contigo con otro tono: con festejo, celebración y regocijo.

Entran EGEO y su hija HERMIA, LISANDRO y DEMETRIO.
EGEO: ¡Salud Teseo, nuestro eminente duque!
TESEO: Gracias, buen Egeo. ¿Qué noticias traes?
EGEO: Me presento ante ti con tristeza, mi noble duque, para denunciar a mi propia hija Hermia. (Se dirige ahora a Demetrio) Acércate Demetrio. (Demetrio se pone a su derecha y continua hablando con Teseo) Mi noble señor, este hombre tiene mi consentimiento para poder casarse con mi hija. (Se dirige a Lisandro) Acércate Lisandro. (Se pone a su izquierda Lisandro y Egeo continúa hablando con el duque) Y este otro le ha embrujado el corazón. (Acusando a Lisandro, que se ha quedado consternado por tal acusación) Sí, Lisandro, tú con tus galanterías has confundido a mi inocente hija con tus galanterías inapropiadas. (Se dirige a Teseo) Gran duque, si ella, en tu honorable presencia, se niega a casarse con Demetrio, yo reclamo el antiguo privilegio ateniense; puesto que es mi hija, yo dispongo de ella: o se la entrego a este caballero (señalando a Demetrio) o que la condenen a muerte.
TESEO: ¿Qué respondes, Hermia? Considera que tu padre debe ser para ti como un dios y que debes obedecerle en todo lo que él te ordene. Piensa que él fue el que te dio tu belleza. Demetrio es un digno caballero.
HERMIA: También lo es Lisandro
TESEO: Por supuesto, nadie lo niega. Pero, en este caso, al no tener el consentimiento de tu padre, Demetrio presenta mayor dignidad.
HERMIA: Ojala mi padre lo viera con mis ojos.
TESEO: Tus ojos deberían ver con su juicio.
HERMIA: (Se arrodilla ante Teseo) Le suplico, mi señor, que me perdones. No sé quien me ha dado el valor para defender mis sentimientos hasta el último momento. Sin embargo, le ruego, mi señor, que me diga lo peor que podría sucederme si me niego a casarme con Demetrio.
TESEO: La pena de muerte o renunciar para siempre al trato con los hombres. Por lo tanto, piensa bien tu decisión, bella Hermia, puesto que si no le haces caso a tu padre pasarás toda tu vida en un convento.
HERMIA: (Sin pensárselo) Prefiero morir antes que vivir sin la compañía de Lisandro.
TESEO: Considéralo despacio y, cuando pasen cuatro días, el día en que mi bella Hipólita y yo nos casemos, ese día prepárate a morir por no obedecer las órdenes de tu padre, a casarte con Demetrio, tal y como quiere tu padre, o pasar el resto de tus días en un convento.
DEMETRIO: Querida Hermia, acéptame como tu esposo. Lisandro te está engañando, él ni te quiere ni te desea como yo.
LISANDRO: Demetrio, tú ya tienes el amor de su padre y yo el de Hermia. Así que cásate con él y deja de decir tonterías.
EGEO: Por supuesto que él tiene mi amor, burlón Lisandro, y con mi amor le daré lo que es mío. Como ella es mía, todos mis derechos sobre ella se los paso a Demetrio.
LISANDRO: Mi señor, yo soy tan noble y rico como él. Estoy más enamorado de su bella hija que Demetrio. Y, lo que cuenta más que mis alardes, Hermia me quiere como su esposo. ¿Por qué voy a renunciar a mi derecho? Sin miedo a que él esté presente, Demetrio ha cortejado a la pobre Helena y le ha robado su corazón, y la dulce Helena ama, adora e idolatra con delirio a este hombre.
TESEO: Debo confesar que también he oído eso y pensaba hablar con Demetrio de este asunto. Demetrio, ven, y tú también, Egeo; vais a acompañarme: os quiero hacer una advertencia con respecto a solas. Respecto a ti, bella Hermia,  prepárate a obedecer a tu padre si quieres seguir viviendo en paz. (dirigiéndose a Hipólita) Acompáñanos Hipólita.
Salen todos menos LISANDRO e HERMIA.
LISANDRO: ¿Qué tal, mi amor? ¿Por qué estás tan pálida?
HERMIA: Lisandro, querido, no puedo aguantar más esta situación. Prefiero morir antes de casarme con Demetrio. (Se abraza a Lisandro)
LISANDRO: Sabía que el amor no era un camino de rosas y que sería difícil superar los obstáculos, pero ya encontraremos una solución los dos juntos, ya verás como todo se resuelve.
HERMIA: ¿Por qué es tan cruel el destino conmigo? ¿Qué es lo que he hecho para merecer tal castigo? Si mi padre pudiera entender lo feliz que me haces.
LISANDRO: Hermia, mi vida, se me ha ocurrido una idea. (pausa) Tengo una tía viuda y sin hijos, que reside a unas siete leguas de Atenas. Soy como si fuera su único hijo. Si tú quisieras, Hermia, allí podemos casarnos; allí no pueden seguirnos las rígidas leyes atenienses. Así que, si me quieres, escápate esta noche de casa de tu padre y, en el bosque, a unas pocas leguas de la villa,  donde te vi por primera vez, allí te esperaré.
HERMIA: (Mirándolo a los ojos) Gentil Lisandro, te juro que en ese lugar que me has dicho mañana sin falta me veré contigo.
LISANDRO: Cumple tu juramento, amor mío. (Se dan un abrazo apasionado y Lisandro separa, al momento, separa a Hermia) Un momento, aquí viene Helena.
Entra HELENA.
HERMIA: Dios te guarde, dulce Helena, ¿a dónde te diriges?
HELENA: ¿Me has llamado Hermia? (mirándola con odio) ¡A mi no vuelvas a dirigirte en tu vida! (Pausa) Demetrio ama tu belleza, ¡Enhorabuena! (empieza a sollozar) Te envidio tanto que me gustaría tener todos tus dones, pero, sólo te voy pedir una cosa, ¡enséñame a ser bella, dime como consigues enamorar a Demetrio para que yo pueda hacerlo!
HERMIA: Lo miro con ceño, pero él sigue amándome.
HELENA. ¡Aprendieran mis sonrisas ese arte!
HERMIA: Le maldigo y él me da su amor.
HELENA: ¡Pudieran mis súplicas moverle a pasión!
HERMIA: Cuanto más le odio, más me sigue él.
HELENA: Cuanto más le amo, más me odia él.
HERMIA: Yo no tengo la culpa de su locura, Helena. Tienes que comprenderme.
HELENA: La culpa la tiene tu belleza, arpía.
HERMIA: Pues alégrate, Helena. Nunca volverás a verme, pues Lisandro y yo huiremos de casa.
HELENA: ¿Cómo dices? No te entiendo.
LISANDRO: Dulce Helena, te contaré nuestro plan. Mañana, cuando llegue el anochecer, las puertas de Atenas verán nuestra fuga.
HERMIA. Y en el bosque, donde Lisandro me vio por primera vez, allí nos encontraremos. Adiós, querida amiga, reza por nosotros y que tu Demetrio te depare suerte. (Dirigiéndose a Lisandro) Amor mío, por lo que más quieras, no me faltes mañana.
LISANDRO: Allí estaré.
Sale HERMIA.
LISANDRO: Helena, he de irme. Espero que puedas conseguir el amor de Demetrio lo antes posible. Mucha suerte.
Sale LISANDRO.
HELENA. ¡Cuánto más felices son unas que otras! ¡Qué envidia le tengo! Si yo pudiera conseguir el amor de Demetrio, conseguiría ser más afortunada que ella, Pero, ¿Cómo puedo conseguirlo? (Pausa) Sin embargo, algo aparece en mi mente, (pausa) una idea que puede ayudarme a conquistar el corazón de Demetrio. Le contaré la fuga de Hermia. Mañana por la noche, él la seguirá hasta el mismo bosque. Cuando él vea que no puede hacer ya nada con ella, me agradecerá lo que le he revelado y así podré conquistar su corazón.
Sale del escenario.









ACTO I
ESCENA SEGUNDA
Entran Membrillo el carpintero, Fondón el tejedor y Flauta el remiendafuelles
MEMBRILLO: ¿Está toda la compañía?
FONDÓN Y FLAUTA: (a la vez) ¡Pues claro! (riéndose)
FONDÓN: ¡Sólo somos nosotros!
MEMBRILLO: (asintiendo) Muy bien. Hoy vamos a repartirnos los papeles para representar una obra en la boda de nuestro ilustre rey, Teseo, con la bella Hipólita, reina de las amazonas.
FONDÓN: ¡Estupendo amigo Membrillo! Pero  primero dinos de qué trata la obra y después repartámonos los papeles.
MEMBRILLO: De acuerdo amigo Fondón. Pues verás, la obra trata sobre la dolorosísima comedia y crudelísima (con énfasis) muerte de Píramo y Tisbe.
FONDÓN: (asombrado y elevando el tono). Buena obra, sí señor, ahora, repartámonos los papeles.
MEMBRILLO: Tú, Fondón el tejedor.
FONDÓN: ¡Presente!
MEMBRILLO: Ya (con voz cansina). Tú, Fondón, haces de Píramo.
FONDÓN: (con intriga) ¿Y quién es Píramo? ¿Un amante o un tirano?
MEMBRILLO: Un amante que se mata galantemente por amor (con energía).
FONDÓN: ¡Perfecto! (entusiasmado) Ese papel (breve pausa y luego rápido elevando la voz) ¡me va como ANILLO AL DEDO! (asintiendo con la cabeza a la vez).
MEMBRILLO: Tú, Flauta el remiendafuelles.
FLAUTA: ¡Ya era hora, me tenías abandonado!
MEMBRILLO: (negando con la cabeza de manera simpática). Flauta, tú haces de Tisbe.
FLAUTA: ¿Y quién es Tisbe? ¿Un caballero valeroso que se bate por amor? ¿Un tirano cruel y sin corazón? ¿Un…
MEMBRILLO: (neutro y cortante) La amada de Píramo.
FLAUTA: ¿Cómo? Perdona Membrillo me lo puedes repetir.
MEMBRILLO: (neutro y cansado) La amada de Píramo.
FLAUTA: (con risa nerviosa) Esto… Oye, no. No me des el papel de una mujer, ya me está saliendo barba y cambiando la voz, ya casi me sale voz de hombre… Voz de hombre (exagerando la voz de hombre).
MEMBRILLO: Ya veo. No importa. Te disfrazamos y punto, a fin de cuentas esto es teatro. Sólo tienes que poner voz fina, ¿qué, no te atreves?
FONDÓN: Sí, sí, yo sí, (con entusiasmo) déjame a mí hacer de Tisbe también, seguro que lo hago mejor que éste.
MEMBRILLO: (algo enojado) ¡No! Tú haces de Píramo y Flauta de Tisbe… ¡Y punto!
FONDÓN: vale, vale, no te alteres. Sigue pues.
MEMBRILLO: (tomando aire) Bueno y yo, Membrillo el carpintero haré de León. Este papel es el más fácil, se puede improvisar…
FONDÓN: (aguantándose hasta que estalla) ¡Oh… Sí! Por lo que más quieras déjame a mí hacer de León, rugiré tan fuerte que todo el mundo volverá a pedir: ¡Que vuelva a rugir! (Ruge fuertemente).
FLAUTA: ¡Oh… Sí! ¡Vuelve a hacerlo, vuelve a rugir!
MEMBRILLO: Si te pones tan tremendo asustarás a las damas y harás que nos corten la cabeza a todos…
FONDÓN Y FLAUTA: (llevándose las manos al cuello) A todos…
FONDÓN: Tienes razón amigo Membrillo. Sin embargo, rugiré tan dulcemente que quedaré como un ruiseñor (ruge como un gatito).
MEMBRILLO: (tono neutro) Bueno, ya me ocupo yo. Tú haces de Píramo y tú de Tisbe y punto en boca.
FONDÓN Y FLAUTA: (a la vez) De acuerdo Membrillo.
FONDÓN: Nos podemos reunir para ensayar en el bosque, fuera del mundanal ruido y de las miradas indiscretas. (Cambiando el tono, serio y elevándolo) ¡Debemos trabajar duro!
MEMBRILLO: Sea pues, nos vemos esta noche en el bosque
Se despiden dándose un efusivo abrazo, uno por uno, los tres y cuando ven que van a repetir y darse un segundo abrazo se ríen y cada uno se va por un lado, uno sólo y los otros haciendo como que hablan


ACTO II
ESCENA PRIMERA
Entra un hada por una puerta y Robín el bueno por la otra.
ROBÍN: ¿Qué tal, bella hada? ¿Hacia dónde te diriges?
HADA: Preparo el camino por el cual va a pasar mi Hada Reina. Ella se merece todos los preparativos necesarios, puesto que gracias a ella tenemos la vida. (pausa) ¡No puedo entretenerme más! Adiós, espíritu del bosque, ya te dejo. Nuestra reina se aproxima con su séquito.
ROBÍN: Esta noche el rey celebra una fiesta en este mismo lugar, así que procura que no se encuentre a la reina. Oberón está furioso porque ella ha secuestrado a un joven rey de la India y, como castigo, tiene intención de convertirlo en su paje real.
HADA: Si yo no me confundo por tu forma y por tu aspecto, tú  eres el espíritu bribón y travieso al que llaman Robín. ¿No eres tú el que se dedica a asustar a las mozas del lugar, el que hace que la cerveza no levante espuma? (Acusándole) Dime, ¿no eres tú?
ROBÍN: ¡Por Oberón, que bien me conoces! Yo soy ese alegre andarín de la noche. Sin embargo ya tendremos tiempo para intimar. (Le aparta de un empujón) Así que aparta, hada. Oberón ya se acerca.
HADA: ¡Y también mi ama. ¡Ojalá él se fuera!
Entran Oberón, rey de las hadas, por una puerta, con su séquito, y Titania, reina de las Hadas, por la otra, con el suyo.
OBERÓN: Mal te encuentras en este lugar, altiva Titania.
TITANIA: ¿Cómo? ¿El celoso Oberón? Corramos, hadas. He jurado que no volveré estar más a su lado.
OBERÓN: ¡Espera, rebelde! ¿No soy yo tu esposo?
TITANIA: Y yo soy tu esposa, pero sé que te has escabullido del país de las Hadas y has estado con otras mujeres. Seguro que has regresado al bosque porque te has enterado de que tu dulce Hipólita, esa bellaca salvaje, se casa con Teseo. (Pausa) Me apuesto lo que quieras que pretendes impedir la boda a toda costa.
OBERÓN: ¿Cómo te atreves a mencionar mi buen entendimiento con Hipólita, sabiendo que tú estás enamorada con locura de Teseo?
TITANIA: ¡Lo ves! Los celos hacen que tengas imaginaciones. Desde hace tiempo, Teseo y yo no nos hemos visto en ninguna parte. Pero, claro, tú tienes que excusarte de alguna manera.
OBERÓN: ¡Pues ponle remedio. De ti depende. ¿Por qué Titania se opone a su amado Oberón? Yo sólo te pido el niño robado para hacerlo mi paje.
TITANIA: No te esfuerces. Ni por todo el País de las Hadas daría el niño. Su madre, una mortal que me tenía devoción absoluta, quiso que me quedase con el niño si le sucedía cualquier cosa. (Pausa) La pobre murió en el parto y yo me he visto en la obligación de cuidar de él. Y por ella no pienso separarme de él.
OBERÓN: ¿Te quedarás aquí, en el bosque, mucho tiempo?
TITANIA: Quizá hasta después de las bodas de Teseo. Si quieres unirte a nuestra celebración, vente, no te lo prohíbo. Pero si no es el caso, aléjate de mi que yo evitaré tu territorio.
OBERÓN: Dame El niño y yo iré contigo.
TITANIA:  Ni por todo tu reino (Se dirige a sus hadas) Vámonos, hadas, que si sigo en este lugar, no sé como acabaríamos.
Salen Titania y su séquito.
OBERÓN: (Gritando) Muy bien, vete. De este bosque no saldrás hasta que te haya atormentado por tu rechazo. (dirigiéndose a Robín) Mi buen Robín, acércate. (se pone el duende a su lado) ¿Recuerdas que una vez, sentado en la ladera de la montaña, oí a una sirena entonar una bella melodía?
ROBÍN: Lo recuerdo.
OBERÓN: Aquella tarde vi volando entre la fría luna y la tierra a Cupido armado con su arco y  su carcaj repleto de flechas. (pausa) Con mucho cuidado, apuntó a una hermosa joven y disparó su peligroso dardo de amor. (pausa) Sin embargo, Cupido, hijo de Afrodita, erró en el tiro y yo pude ver donde cayó la flecha de amor. (pausa) La flecha cayó sobre una florecilla de occidente, que antes era blanca, pero que ahora es púrpura por culpa de la herida del amor. (Pausa) Robín, tráeme esa flor. Una vez te la enseñé.
ROBÍN: Cierto es, mi señor.
OBERÓN: Si se aplica el néctar de la flor sobre los párpados dormidos de un hombre o de una mujer, aquel se enamorará desesperadamente del primer ser vivo al que se encuentran. Tráeme esa flor y vuelve aquí antes de que amanezca.
ROBÍN: No tardaré más de cuarenta minutos, mi señor.
Sale Robín.
OBERÓN:  Cuando tenga el jugo, esperaré a que Titania esté dormida para verter el líquido en sus ojos. Al primer ser vivo que vea cuando despierte, lo seguirá con la locura del amor. Y antes de que le quite el embrujo del amor, me entregará al niño indio como paje. (pausa) Pero, ¿quién viene? Como soy invisible, voya escuchar su conversación.
Entran Demetrio seguido de Helena.
DEMETRIO: No te quiero, así que no me sigas. ¿Dónde están Lisandro y la Bella Hermia? A él le mataré, pero ella me matará a mí. Me dijiste que se escondieron en el bosque; pues aquí estoy, delirando en el bosque porque no encuentro a mi bella Hermia. ¡Vamos, vete y deja de seguirme!
HELENA. ¡No te das cuenta de que estoy enamorada de ti! Deja de enamorarme para que pueda alejarme de ti.
DEMETRIO: ¿Acaso te incito? ¿Acaso te enamoro? Más bien, ¿no te digo con toda sinceridad que no te quiero ni podré quererte en la vida?
HELENA: Y yo te quiero más por decir eso. Soy tu enamorada: cuanto más me rechaces, más te querré
DEMETRIO. ¡Eres insoportable! No te das cuenta de que no puedes compararte a la bella Hermia. Eres fea y no tienes gracias. Tu voz es estridente y daña a mis pobres oídos. No dejas de lamentarte siempre. Nunca me enamoraría de ti. Nunca.
HELENA: Sé que eres cruel porque quieres que me aleje de ti, pero no lo haré. Te seguiré siempre, Demetrio. Siempre.
DEMETRIO. No pienso discutir más. Déjame, o, si me sigues, ten por cierto que voy a hacerte daño aquí, en el bosque.
HELENA: Si daño ya me haces en la iglesia, en la ciudad, en el campo. ¡Demetrio, por Dios!
Sale Demetrio de escena.
HELENA: Te seguiré, y de mi infierno haré un cielo si va a darme muerte quien yo tanto quiero.
Sale HELENA de escena.
OBERÓN: Adiós, ninfa. Antes de que salga del bosque, él te seguirá, enfermo de amores (empieza a reírse)
Entra Robín.
OBERÓN: Bienvenido, andarín. ¿Traes la flor?
ROBÍN: Sí, aquí la tengo.
OBERÓN: Te lo ruego, dámela. (la observa con anhelo) Ahora, otro favor, mi estimado Robín. Con mucho cuidado, acércate al campamento donde se encuentra mi rencorosa Titania. Cuando esté dormida, rocíale en los párpados el néctar de esta obsesiva flor. (pausa) Pero, después, tienes que buscar a una ateniense que está enamorada de un joven ingrato. Úntale a él los ojos de forma que vea, primero de todo, a la propia dama. Podrás conocerle porque va vestido con ropa ateniense. Hazlo con cuidado, de modo que esté más loco por ella que ella por él. (Pausa) Ven a verme antes de que amanezca.
ROBÍN: Tu siervo lo hará. No tema mi amo.





ACTO II
ESCENA SEGUNDA
Entra Titania, reina de las hadas, con su séquito.
TITANIA: Vamos, bailad en corro y cantad. Después del baile, partid: (se dirige a pequeños grupo) Vosotras, matad larvas en los capullos de rosa. Vosotras, quitarle a los murciélagos el cuero de sus alas para hacerles capas a mis elfos; Arrulladme. Después, a trabajar mientras duermo.
Cantan las hadas.
HADA NÚMERO UNO:
Ni sierpes de lengua doble,
Ni un erizo se ha de ver.
Salamandras y luciones
A mi reina no dañeis.
CORO DE HADAS:
Acompaña, ruiseñor,
Nuestra nana con tu son,
Nana, nana, nananá; nana, nana, nananá.
Nunca mal,
Ni hechizo habrá
Que amenace a nuestra dama,
Buenas noches con la nana.
HADA NÚMERO DOS:
Tejedora araña. ¡Lejos!
¡Vete, zanquilarga, atrás!
¡Fuera, escarabajo negro!
Y babosas, no hagais mal.
CORO DE HADAS:
Acompaña, ruiseñor,
Nuestra nana con tu son,
Nana, nana, nananá; nana, nana, nananá.
Nunca mal,
Ni hechizo habrá
Que amenace a nuestra dama,
Buenas noches con la nana.
HADA NÚMERO TRES: Titania ya se ha dormido. Vámonos ya. ¡Qué una monte guardia ya!
Salen de las hadas. Al momento entra Oberón y aplica el jugo a los párpados a Titania.
OBERÓN: ¡Oh, querida Titania! A quien veas al despertar, por tu amado tomarás. Da igual la imagen que tenga, puesto que sea hombre, hado o animal, de él rendida caerás.
Sale del escenario. Entran Lisandro y Hermia.
LISANDRO: Amor, de andar tanto por el bosque estás a punto de desmayarte. Si quieres podemos descansar en este rincón.
HERMIA: Muy bien. Tú búscate un lugar donde puedas dormir, que yo sobre esta orilla buscaré descanso.
LISANDRO: ¿Es que no quieres que durmamos juntos, bella Hermia?
HERMIA: No, mi buen Lisandro, Por mi amor intenta descansar lo más lejos de mí.
LISANDRO: ¡Amor mío, mi intención es inocente! Sólo quiero que podamos dormir los dos juntos, abrazados, amándonos.
HERMIA: Lisandro, debes entender que cuando una mujer dice que no, es no.
LISANDRO: Así sea, amor mío, que descanses y que, mientras vivas, tu amor jamás cambie.
HERMIA: ¡Que descanses,  buen Lisandro!
Se duermen los amantes. En ese instante, de forma muy sigilosa, entra Robín.
ROBÍN: Todo el bosque he recorrido y ni rastro de los amantes atenienses a los cuales tengo que enamora. (Pausa) Noche y silencio. ¿Quién duerme? Son humanos (Con asombro) ¡Y visten ropas atenienses! Éste es el hombre al cual se refería Oberón, el hombre que despreciaba a aquella dulce muchacha. (Señalando a Hermia) Y allí está ella, durmiendo en el sucio y frío suelo. (Con lástima) Pobrecilla, no se ha echado junto al cruel desamorado. (Maldiciendo a Lisandro) Ojalá la misma diosa Afrodita bajará y te castigase con sus propias manos. (Echándole el jugo de la flor en los ojos de Lisandro) Que el amor, cuando despiertes, encuentres ante ti.
Sale Robín del escenario. Entran Demetrio y Helena, corriendo.
HELENA: Detente ya, aunque me mates, buen Demetrio.
DEMETRIO: Aléjate, no me acoses, te lo ordeno.
HELENA: ¿Es que piensas dejarme en la oscuridad?
DEMETRIO: Me voy solo. Quédate aquí o lo sufrirás.
Sale Demetrio
HELENA: Me roba el aliento esta estúpida caza del amor. (Suplicando) Ojalá la diosa Némesis, la diosa de la venganza, hiciera sufrir a Hermia lo mismo que estoy sufriendo yo. Si pudiera sentir como yo me siento, intentaría todo lo posible para ayudarme a conquistar a Demetrio. (Pausa) Pero, ¿quién está junto a mí? ¿Es Lisandro el que yace? ¿Duerme o está muerto? No veo que haya sangre. (Sacudiendo a Lisandro) Si vives, despierta, Lisandro, señor.
LISANDRO: (Despertándose) Y te seguiré a donde tu vayas, amor mío. Dulce Helena, ¿cómo has podido cambiar tanto? Eres bellísima.
HELENA: (Asombrada) ¿Cómo? ¿Lisandro estás bien? ¿Te has dado un golpe en la cabeza?
LISANDRO: ¿Qué si estoy bien? ¡Estoy mejor que bien! Me he dado cuenta de todo lo que siento por ti. (Pausa) Pero, ¿Dónde está Demetrio? (Implorando a Helena) Dime donde está, dulce Helena, para que mi espada pueda atravesarle el corazón por el daño que te ha hecho.
HELENA: No digas eso, Lisandro, no lo vuelvas a decir. ¿Qué más da que ame a Hermia? ¿Qué más daría? Pero, Hermia te quiere. Vive, pues en paz.
LISANDRO: ¿En paz yo con Hermia? En absoluto. Me equivoqué amando a esa vil mujer. Me engatusó para que me enamorara de ella y no pudiera contemplar la verdadera belleza de la cual tu desprendes. (Con seguridad) Odio a esa mujer y te deseo a ti, Helena.
HELENA: ¿Acaso te burlas de mí? ¿Qué te he hecho yo para que tú me trates de tal modo? Eres muy cruel, Lisandro, de veras que lo eres. ¡Por qué todo me sucede a mí!
Sale llorando de la escena.
LISANDRO: Menos mal que no ha visto a Hermia. (dirigiéndose a Hermia) Duerme tranquila, mujer, y ojalá ya nunca más te acerques a mí. Juro a todos los dioses del Olimpo que Helena será mía esta misma noche.
Sale del escenario.
HERMIA: (Despertándose) ¡Socorro, Lisandro! ¡Ven a defenderme y a quitarme del pecho esta serpiente! (Como si se despertara de un profundo sueño) ¡Ah, que terrible sueño! Lisandro, acércate, mira como tiemblo del miedo (Mira a su alrededor) ¡Lisandro! ¿Se ha ido? ¡Lisandro! ¿Estás ofendido? ¿No me oyes? (Vuelve a mirar a su alrededor) Lisandro, si aquí ya no estás, a ti o a la muerte tengo que encontrar.









ACTO III
ESCENA PRIMERA
Entran los tres juntos a escena haciendo como que hablan de algo. En ese mismo lugar se encuentra el lecho de Titania, la cual yace plácidamente detrás de unos matorrales.
MEMBRILLO: (mirando en derredor) El sitio es estupendo (ahora moviéndose sobre el escenario y señalando) el césped será la escena y estos matorrales harán de vestuario.
FONDÓN: ¡Membrillo!
MEMBRILLO: ¿Qué quieres mi buen amigo?
FONDÓN: Verás, lo he estado pensando y en esta comedia de Píramo y Tisbe hay una cosa que no me gusta (pausa). Primero, Píramo desenvaina su espada y se quita la vida… Las damas no lo soportarán….
MEMBRILLO: Bueno…, pues, si te parece bien, podríamos escribir un prólogo en el que se diga que en realidad nadie muere y que tú eres Fondón el tejedor, el actor, y que en verdad no te quitas la vida, así las damas no sufrirán.
FONDÓN: ¡Estupendo! (Flauta asiente).
FLAUTA: Esto…, Membrillo, yo también he pensado algo
MEMBRILLO: ¡Vaya esto de pensar se está convirtiendo en una epidemia! Pero dime mi buen amigo.
FLAUTA: (asiente algo disgustado) Y cuándo hagas de león, ¿no asustarás a las damas?
FONDÓN: ¡Cierto! Eso podría traernos problemas (se lleva la mano al cuello).
MEMBRILLO: (con voz cansina) Escribiremos otro prólogo aclarando que el león no se comerá a nadie. Antes de actuar yo mismo me presentaré y diré que en verdad soy un actor y que no me pienso comer a nadie.
FONDÓN Y FLAUTA: (asintiendo entusiasmados) ¡Ah, sí, muy bien! ¡Eres un genio amigo Membrillo! (se abrazan, se separan y se dan ánimos).
Entra en escena Robín (invisible)
MEMBRILLO: ¿Qué es lo que hacen estos rudos artesanos junto a la cama de nuestra hada reina? (mirando con atención e intentando comprender. Al mismo tiempo los artesanos hacen como que actúan). ¡Cómo! ¿Una comedia? Seré espectador (risa callada y maliciosa) y tal vez actor.
MEMBRILLO: Habla Píramo. Tisbe, acércate.
FONDÒN: Tisbe, encierran las flores sabor ojeroso
MEMBRILLO: (regañando) ¡Oloroso!
FONDÓN: (aceptando) Sabor oloroso. Igual es tu aliento mi Tisbe querida. Más, oye. ¡Una voz! Aguarda un instante, que Pirámo vuelve contigo enseguida.
Sale Fondón de escena.
ROBÍN: (riéndose sin carcajadas) Píramo más raro se vería.
Sale Robín tras Fondón.
FLAUTA: ¿Me toca a mí ahora?
MEMBRILLO: Sí, sí claro. Date cuenta de que él ha salido a ver qué era ese ruido y tiene que volver.
FLAUTA: (con voz normal pero aguda) Ah…, Píramo radiante del color de los lirios.
MEMBRILLO: Más agudo.
FLAUTA: (un poco más agudo) Ah, Píramo radiante.
MEMBRILLO: Más agudo
FLAUTA: (con voz muy aguda y chillona) Ah! Píramo radiante del color de los lirios, de tez cual rosas rojas de triunfante rosal, juvenil… Píramo, nos vemos en la tumba del Niño.
MEMBRILLO: (a gritos) ¡De Nino, en la tumba de Nino! Pero eso no lo dices tú, esa es la respuesta de Píramo! ¡Píramo! (mirando en derredor) ¡Entra!
Entran Robín riéndose y Fondón de asno y Flauta-Tisbe le da la espalada a Fondón que entra.
FONDÓN: si yo fuera hermoso, hermosa Tisbe, tuyo sería.
MEMBRILLO: (temblando y tartamudeando) No puede ser (caminando hacia atrás y se cae) ¡Te han embrujado! ¡Huyamos de aquí! ¡Socorro!
ROBÍN: (se ríe en el tercer término, sin hacer ruido y se retuerce de la risa en el suelo)
FONDÓN: ¿Pero… Membrillo, por qué huyes? Pausa, ya entiendo, intentas asustarme, ¿verdad? (gritando hacia donde se ha ido)
FLAUTA: (se gira) ¡Fondón, has cambiado! ¿Qué veo sobre tus hombros?
FONDÒN: ¿Qué, qué ves? (se gira hacia el público antes de contestar). Pues tu cara de burro.
FLAUTA: (da un grito femenino, se para, lo piensa, grita como un hombre, vuelve a mirar Fondón-Burro y grita de nuevo como una chica y sale corriendo).
FONDÓN: Ahora entiendo el truco. Me quieren hacer creer que me he convertido en un burro. (Gritando) ¿Me queréis asustar? Pues yo de aquí no me muevo. Cantaré para que vean que no tengo miedo. (Cantando). Do, dorado como el Sol, Re, reluce y da calor…
TITANIA: (Despertándose) ¿Qué ángel me despierta de mi lecho de flores?
FONDÓN: MI, mirada alrededor, FA, fantástico color… (deja de cantar y grita) ¿Veis como no me dais miedo?
TITANIA: Te lo ruego, buen mortal, canta otra vez; tu canto enamora mis oídos. A mis ojos los has cautivado con tu presencia; el poder de tu excelencia me ha excitado y te juro que con verte ya me has enamorado.
FONDÓN: Señora, creo que os falta alguna razón a la hora de decir estas tonterías. Eso sí, gracioso soy un rato.
TITANIA: Tú eres tan listo como hermoso.
FONDÓN: Bueno, eso no; ya que si fuese listo, podría salir de este bosque sin problemas.
TITANIA: ¿Piensas que yo te dejaría salir de esta bosque? (Da un grito atronador, propio de la furia de una diosa) ¡Nunca! (Se sosiega) Soy Titania, reina del País de las Hadas, y estoy enamorada de ti. Serás tratado como un rey por mis hadas. (Llama a un grupo de hadas) ¡Flor de guisante, Telaraña, Polilla, Mostaza!
Entran Flor de guisante, Telaraña, Polilla y Mostaza, cuatro hadas de Titania.
FLOR DE GUISANTE: Presente.
TELARAÑA: Y yo
POLILLA: Y yo
MOSTAZA: Y yo.
TODAS: ¿A dónde vamos?
TITANIA: Sed corteses y amables con el caballero. Ahora es vuestro señor, es vuestro amo. A él le debéis respeto y tratarle como el rey que ahora es.
FLOR DE GUISANTE: ¡Salud, mortal!
POLILLA: ¡Salud!
TELARAÑA: ¡Salud!
MOSTAZA: ¡Salud!
FONDÓN: Pido mil perdones a estas hermosas ninfas del bosque. Vos, ¿cómo os llamáis?
TELARAÑA: Telaraña.
FONDÓN: Señora Telaraña, espero que seamos amigos. Si me corto el dedo, me permitiré utilizaros. (se dirige a Flor de Guisante) ¿Y cómo se llama usted?
FLOR DE GUISANTE: Flor de Guisante.
FONDÓN: Os lo ruego, saluda de mi parte a la Señora Vaina, vuestra Madre, y al Señor Guisante, vuestro padre. Mi buena señora, espero que seamos amigos. (se dirige a Mostaza) ¿Querréis decirme vuestro nombre?
MOSTAZA: Mostaza.
FONDÓN: Señora Mostaza, espero que seamos buenos amigos, lo digo de todo corazón.
TITANIA: Vamos, servidles. Llevadle a mi prado. Dadle todo lo que os pida. Pero sobre todo os ordeno una cosa, que nunca escape. Es mío y me pertenece.
Salen de escena.




ACTO III
ESCENA SEGUNDA
OBERÓN: ¿Se habrá despertado Titania? ¿De qué o quién se habrá enamorado?
Entra Robín
OBERÓN: Aquí está mi fiel servidor. Dime todo lo que ha sucedido.
ROBÍN: Mi estimado Oberón, nuestra reina se ha enamorado de un monstruo, mitad hombre y mitad burrro (Pausa) No me di cuenta de que Titania estaba escondida entre unos matorrales durmiendo plácidamente.
OBERÓN: Esto desbarata todos mis planes, Robín (Pausa) ¿Y has enamorado al joven de Atenas con el jugo de amor?
ROBÍN: También lo hice, mi señor. (Pausa) Dormido estaba al lado de una hermosa joven. Cuando despierte, será lo primero que deberá ver.
Entran Demetrio y Hermia.
OBERÓN: Escóndete aquí (le señala detrás de unos matorrales), que éste es el joven.
ROBÍN: Ésta es la mujer, pero él no es el hombre.
DEMETRIO: ¿Por qué rechazas al que tanto te quiere, bella Hermia? Lo lógico es que odies al que rechaces.
HERMIA: ¡Te odio, Demetrio! ¡Te odio con todo mi ser! (Acusándole) Mientras dormías, has matado a Lisandro. Si eres un hombre, deberías matarme a mí también.
DEMETRIO: Soy un hombre que ama desesperadamente a una mujer, una mujer que es más bella que la misma diosa Afrodita.
HERMIA: ¿Y esto que tiene que ver con mi Lisandro? (Rogándole) ¿Dónde está? Dime, villano, ¿dónde está Lisandro?
DEMETRIO: Hermia, mi vida, ignoro su paradero (pausa) Será mejor que no me lo encuentre, ya que si así lo hiciera, lo mataría en ese mismo momento.
HERMIA: ¡Calla, perro cruel! No tienes derecho a vivir. Mataste al pobre Lisandro mientras dormía. Eres un cobarde.
DEMETRIO: Hermia, no he matado a Lisandro. Además, no ha muerto por lo que yo sé.
HERMIA: Entonces, ¿Lisandro está bien?
DEMETRIO: Si te lo dijera, ¿qué me darías?
HERMIA: (Lo mira con desprecio) El privilegio de no verme en tu vida. ¡Ya no puedo más! Tengo que alejarme de ti si no quiero perder la cabeza.
Sale del escenario Hermia.
DEMETRIO: La dejaré un rato. Creo que es mejor que descanse un poco en este llano. (Se acuesta y se duerme)
OBERÓN: (Dirigiéndose a Robín) Pero, ¿qué has hecho, animal? ¡Te has equivocado! ¡Ésta no era la enamorada! La joven a la que tendrías que haber hechizado se llamaba Helena. (Ordenándole) Haz todo lo posible por encontrarla y traerla inmediatamente aquí. ¡¡Ya!!
ROBÍN: Me voy, me voy. Mira como salgo.
Sale de escena Robín.
OBERÓN: (Se acerca a Demetrio que duerme en un llano del bosque y le echa el jugo de amor en sus párpados) ¡Oh, flor púrpura del amor, haz que este joven se enamore de la primera persona que vea! Cuando él vea a la joven Helena, será suya para el resto de la eternidad.
Entra Robín
ROBÍN: Capitán de nuestras hadas, Helena ya se acerca y el otro joven le sigue los talones. ¿Vemos a estos comediantes? (Dirigiéndose al público) ¡Miran que llegan a ser tontos estos mortales!
OBERÓN: ¡A un lado! El ruido de éstos van a despertar a Demetrio
Se aparta Oberón y Robín. Entran Lisandro y Helena.
LISANDRO: ¿Por qué piensas que te estoy engañando? ¡No te das cuenta de que estoy llorando! (Hace como el que llora) Siempre que juro por amor, lloro. Y te juro, por mis lágrimas, que es auténtico el amor que siento por ti.
HELENA: ¡Mira que llegas a ser falso, Lisandro! Juraste amor eterno a Hermia, ¿ahora vas a dejarla?
LISANDRO: Actúe sin juicio al jurarle mi amor.
HELENA: Como ahora al dejarla, obras sin razón.
LISANDRO: Demetrio la ama y él no te ama a ti.
En ese instante se levanta Demetrio de su lecho.
DEMETRIO: (Observa a Helena como si fuera la única mujer que quedase en la tierra) ¡Oh, mi diosa Helena, no me había dado cuenta desde que me he despertado de lo hermosa que eras!
HELENA: (Con desesperación) Pero, ¿qué ocurre en este maldito bosque? ¡Esto es el infierno! ¿Os habéis puesto de acuerdo para volverme loca? ¿Por qué me odiais tanto? (Empieza a llorar)
LISANDRO: Ya basta, Demetrio. No seas tan cruel, pues amas a Hermia y con tus mentiras estás destruyendo a Helena. Si eres un caballero, cédeme a Helena y yo te cederé a Hermia.
HELENA: ¡Maldito seáis, miserables!
DEMETRIO: Quédate con tu Hermia, Lisandro, que ya no la quiero ni en pintura. Ahora pertenezco a Helena y si estoy aquí es para quedarme con ella.
LISANDRO: ¡Helena, él miente!
DEMETRIO: ¡Mentira, Helena, el que miente es él, el que juró amor eterno a la otra!
Entra Hermia.
HERMIA: Pero, ¿qué es este escándalo? ¿No es Lisandro el que grita? (Se emociona al ver a Lisandro) ¡Oh, Lisandro, ¿por qué me dejaste tan rudamente en el bosque?
LISANDRO: ¿Por qué iba a quedarme a tu lado si mi auténtico amor se alejaba de mí?
HERMIA: (Sorprendida) ¿Qué amor podía alejarte de mi lado?
LISANDRO: El amor que ahora ilumina mi vida, el de la bella Helena. (Acusando a Hermia) ¿Por qué me has seguido? ¿No te hace ver esto que te dejé por el odio que te tengo?
HERMIA: No es posible. No puede ser verdad lo que escuchan mis oídos.
HELENA: ¡Ya lo sabía yo! ¡En esta terrible broma también está ella! (Acercándose a Hermia) ¡Tú lo has preparado todo, falsa! Con todo lo que hemos vivido juntas desde que éramos pequeñas.
HERMIA: Me asombra la pasión de tus palabras, pero yo de ti no me he burlado ni me burlaré nunca, más bien tú de mí.
HELENA: ¿No has mandado a Lisandro para que este se burle de mi diciéndome que te ama y te odia? ¿No has hecho que Demetrio, tu otro amor, que hasta hace poco me trataba como a una basura, se haya enamorado de mí? ¿Por qué le dice eso a la que odia? ¿Y por qué Lisandro reniega de tu amor?
HERMIA: No entiendo nada de lo que dices.
HELENA: ¡Eso! Tú sigue con tu dichosa broma. No puedo seguir con esto. Me vuelvo a casa. (Intenta salir, pero Lisandro le agarra de un brazo)
LISANDRO: ¡Espera, dulce Helena! No puedes dejarme
HELENA: ¡Admirable!
HERMIA: (Dirigiéndose a Lisandro) Mi amor, no te burles de ella.
DEMETRIO: Si no le convences, Hermia, yo le obligaré.
LISANDRO: Ni tú vas a obligarme, ni ella va a convencerme (Dirigiéndose a Helena) Te quiero, Helena; por mi vida te quiero.
DEMETRIO: (A Helena) Yo te digo que te quiero más que él.
LISANDRO: Entonces, ven conmigo a demostrarlo.
DEMETRIO: Vamos, pronto.
HERMIA: Lisandro, ¿adónde lleva todo esto?
LISANDRO: (Empujándola y tirándola al suelo) ¡Suéltame, arpía!
Hermia se levanta y se sigue abrazando a Lisandro.
DEMETRIO: Vamos, cobarde. Haces ademán de seguirme, pero no lo haces.
LISANDRO: ¡Quítate de encima, lapa! Suéltame, engendro, o te sacudiré como a una víbora.
HERMIA: ¿Por qué te pones así? ¿Qué te ha sucedido, amor mío?
LISANDRO: ¿Amor tuyo? ¡Aléjate de mí, pesada!
HERMIA: ¿Estás bromeando?
HELENA: Sí, claro que bromea, como tú también lo haces.
LISANDRO: Demetrio, mantengo mi palabra.
DEMETRIO: Pues cuando quieras.
Salen Lisandro y Demetrio.
HERMIA: Helena, todo esto es por tu culpa. (Después de decir esto, Helena se levanta y se empieza a marchar) No, no, no te vayas.
HELENA: De ti no me fío y ni por todo el oro del mundo me quedaría a tu lado.
Sale de escena Helena.
HERMIA: No puede creer lo que ha sucedido.
Sale Hermia de escena. Se adelantan Oberón y Robín.
OBERÓN: Muchas veces me pregunto si es que realmente te equivocas o lo haces a propósito. ¿Te has fijado la que has liado?
ROBÍN: ¡Y yo que estaba sufriendo porque me iba a perder un capítulo de Topacio!
OBERÓN: ¿Cómo dices?
ROBÍN: Perdón, mi señor, fue un error. Pero todo tiene una solución, yo le pondré remedio.
OBERÓN: Entonces, date prisa, Robín. Tenemos que arreglar todo este alboroto antes de que amanezca. Yo me encargaré de arreglar la situación de Titania y tú la de éstos. Buena suerte.
Sale Oberón.
ROBÍN: Lo primero, esperaré que aparezca uno por uno a este rellano del bosque. Los engañaré para que no quepa duda de que vengan aquí. Sin embargo, aquí viene uno.
Entra Lisandro
LISANDRO: ¿Dónde estás, Demetrio? ¡Sal de tu escondíte!
ROBÍN: (Con voz de Demetrio) Aquí, traidor, te espero, detrás de este arbusto.
LISANDRO: Ya eres mío, traidor.
De repente, sale Robín de un arbusto y con un encanto duerme a Lisandro.
ROBÍN: Perfecto, ya sólo quedan tres. Ahora a esperar a que aparezcan los otros.
Se esconde y aparece en ese instante Demetrio.
DEMETRIO: Lisandro, cobarde, ¿dónde estás? ¿Por qué te escondes de mí? Solamente quiero matarte.
ROBÍN: (Se coloca detrás de Demetrio y con voz de Lisandro) Pues detrás tuya, Demetrio.
Demetrio se gira y en ese instante Robín le duerme con el mismo encanto.
ROBÍN: Y ya solo quedan las damas. (Empieza a reírse) ¡Como me gusta la noche de San Juan! (Pausa) Mira por donde, que las dos doncellas se acercan. Me volveré a esconder.
Entran Helena y Hermia.
HELENA: (Suplicando a Hermia) Por favor, no te das cuenta de que me estás torturando con esta pésima broma. Deja de seguirme.
HERMIA: Helena, por favor, tienes que ayudarme. Recuerda lo feliz que seríamos si logramos hacerles entrar en razón a Lisandro y Demetrio.
HELENA: No te das cuenta de nada. Al principio, ni te preocupabas de mí. Ahora, quieres ayudarme. ¡Me estás destrozando!
HERMIA: Helena, no escuchas ese ruido. (Se oye una dulce canción) Procede de ese matorral.
HELENA: Es cierto, que será lo que suena.
Ambas jóvenes se acercan al matorral. Aparece Robín de un salto, les da un susto de muerte a las dos y las duerme profundamente con su encanto.
ROBÍN: Los cuatro amantes de esta noche de verano duermen plácidamente. (Aplica el jugo de amor en los párpados de los dos muchachos: Lisandro junto a Hermia, y Demetrio al lado de Helena) Esta flor púrpura de amor hará que se amen para el resto de la eternidad y que así sea.





ACTO IV
ESCENA PRIMERA
Entra Titania, reina de las hadas, con Fondón y las hadas. Detrás de ellos, se esconde Oberón.
TITANIA: Amado Fondón, túmbate en mi lecho mientras te doy un dulce masaje en las espalda, te cubro tu cabeza con aromáticas flores y beso tus grandes orejas.
FONDÓN: ¿Dónde está Flor de Guisante?
FLOR DE GUISANTE: Presente.
FONDÓN: Dame un masaje en el pie derecho. ¿Y la señorita Telaraña?
TELARAÑA: Presente.
FONDÓN: Tú me lo darás en el izquierdo. ¿Y Mostaza?
MOSTAZA: Presente.
FONDÓN: Mostaza, querida, hazme un zumo de frutas silvestres, muy fresquito, para que pueda disfrutar de estos masajes.
MOSTAZA: Como desees, mi amo.
TITANIA: Mi dulce amor, ¿quieres oír música? ¿O comer algún delicioso manjar?
FONDÓN: Nada de eso, amor mío. Me gustaría dormirme un rato contigo a mi lado. Hoy he vivido un día fabuloso y estoy muy cansado.
TITANIA: Tus deseos son órdenes para mí. (Se dirige a sus hadas). Hadas del bosque, retiraos, nuestro señor necesita descansad.
Salen las hadas de escena.
FONDÓN: Gracias, bella Titania. ¡Qué tengas dulces sueños!
TITANIA: Lo mismo te deseo.
Se duermen. Se pone Oberón al lado de Titania y entra Robín.
ROBÍN: Mi señor, todo arreglado. Ya no habrá ningún malentendido más por esta noche.
OBERÓN: No, aún esto no ha terminado. Necesito recuperar el amor de mi amada Titania. Detesto que ame a este ser insignificante, al cual, por cierto, le devolverás su aspecto natural cuando nos marchemos Titania y yo.
ROBÍN: Entendido, señor, pero que sepa que ahora está mucho más guapo que cuando era humano.
OBERÓN: No seas bromista, Robín, y apártate, voy a recuperar a Titania.
Le aplica el jugo de la flor en sus ojos.
OBERÓN: Flor purpúrea de amor, haz que Titania se vuelva a enamorar de mí. (Pausa)
Se levanta Titania.
TITANIA: ¡Ah, Oberón, mi amado Oberón, he tenido una terrible pesadilla! He soñado que estaba enamorada de un monstruo, de un ser horripilante.
OBERÓN: Y así era, Titania. Yace a tu lado.
TITANIA: ¡No puede ser! ¿Qué ha sucedido para que haya pasado esto?
OBERÓN: Ya te lo explicaré más tarde, amor mío. Ahora debemos marcharnos, se acercan los humanos. (Dirigiéndose a Robín) Mi fiel servidor, quítale el maleficio a este humano y sal inmediatamente de este lugar.
ROBÍN: Como ordenéis, mi señor. (Le quita el maleficio a Fondón)
Salen de escena Robín, Titania y Oberón.





ACTO IV
ESCENA SEGUNDA
Entran  Teseo, Hipólita y Egeo con su séquito.
TESEO: No te preocupes, Egeo, seguramente tu hija se encontrará en perfecto estado.
EGEO: ¡Cómo ha cambiado, mi señor! Cuando era pequeña, me obedecía en todo lo que le pedía. Pero fue llegar a la pubertad y cambió radicalmente.
TESEO: De todos modos, no creo que hayan llegado muy lejos.
HIPÓLITA: No, no han llegado muy lejos que digamos.
TESEO: ¿Y como habéis llegado a tan dulce conclusión, mi amor?
HIPÓLITA: Pues porque los fugitivos están durmiendo plácidamente en aquel lecho.
EGEO: ¿Cómo? ¡No puede ser! ¡Mi hija durmiendo abrazada con Lisandro! ¡Y mi futuro yerno durmiendo abrazado con Helena!
Debido a los gritos de Egeo, los amantes se despiertan.
LISANDRO: (Dirigiéndose a Hermia) Desde el primer momento en que te ví, supe que serías el amor de mi vida, Hermia. He tenido un terrible sueño. Soñé que me había enamorado de Helena y te daba la espalda. ¿Podrás perdonarme?
HERMIA: Amor mío, los sueños, sueños son. ¿por qué perdonarme por algo que ni siquiera ha sucedido? Lo más gracioso es que yo también he tenido un sueño en el que me dabas la espalda por Helena.
LISANDRO: Te quiero, Hermia.
HERMIA: Y yo a ti, Lisandro.
La pareja de amantes se abraza, y en ese instante se levantan Helena y Demetrio.
DEMETRIO: ¿Cómo no pude haberme fijado en tu belleza antes, Helena? ¡Qué equivocado estaba!
HELENA: Demetrio, te quiero. Siempre te he querido y siempre te querré.
Se abrazan
EGEO: Pero, ¿qué sucede aquí? Hija mía, apártate de los brazos de ese hombre. (Se dirige a Demetrio) Demetrio, te ordeno que abraces a mi hija.
DEMETRIO: Hermia, no te enfades por lo que voy a decir. Nunca me apartaré de los brazos de Helena por ninguna mujer. A Helena pertenezco y a Helena perteneceré para toda la eternidad.
HERMIA: Bien dicho, Demetrio. (Se dirige a Egeo) Padre, si realmente quieres que no esté con Lisandro, lo comprendo. Pero, si haces que me separe de él, (se direge a Teseo) mi ilustre duque, prefiero la muerte.
LISANDRO: Y si ella muere, la muerte desearé también.
EGEO: Pues, mi señor, la decisión está tomada, condénalos a muerte a ambos.
TESEO: Por el poder que la ciudad de Atenas me ha otorgado, Hermia y Lisandro os condeno a…
HIPÓLITA:  (Interrumpiendo a Teseo) A casarse
TESEO:  a casarse. (Se da cuenta de lo que ha dicho) ¿Cómo? ¿Pero por qué?
HIPÓLITA: Mi amado Teseo, desde que nos conocimos nunca he tomado partido en tus cometidos. Pero, pronto seremos marido y mujer y me convertiré en la duquesa de Atenas. Tendrás que escuchar mis consejos y tenerlos en consideración.
TESEO: Te escucho, Hipólita.
HIPÓLITA: ¿Por qué se va a condenar a muerte a una pareja de amantes que se aman por encima de todo? ¿Crees que es justo que eso suceda así? ¿Y si te condenaran a muerte a ti por amarme, dejarías de hacerlo? Èste joven, Lisandro, ha demostrado en más de una ocasión que ama a esta mujer con todo su ser. Sé que las leyes dicen que el padre es el que debe tomar la decisión por su hija. Pero las leyes pueden cambiarse. Egeo, ¿estás seguro que tú podrías vivir en paz si tu hija es condenada a muerte por no hacerte caso, por engañar a su corazón o por ser una infeliz el resto de su vida si se casara con otro?
EGEO: Mi señora, entiendo lo que dice. Teseo, he entrado en consideración. Tras escuchar a esta inteligente dama, he decidido que mi hija se case con Lisandro.
TESEO: ¡Que así sea!
HIPÓLITA: Y aprovechando que Teseo y yo nos casamos mañana, siempre y cuando vosotros queráis, podréis casaros en nuestra ceremonia.
DEMETRIO: Helena, ¿te casas conmigo?
HELENA: Sí, sí y mil veces sí.
Se vuelven a abrazar.
LISANDRO: ¿Y tú, Hermia, te querrías casar conmigo?
HERMIA: ¿Tú que crees, Lisandro?
Se vuelven a abrazar. Y salen todos de escena.
Entra Fondón.
FONDÓN: ¿Dónde estoy? ¿Y mis amigos? ¡Dios me asista! ¡Me han abandonado en el bosque! (Pausa) He tenido un sueño, una visión asombrosa. Quedaré como un burro a quien se lo tenga que explicar. Soñé que era… No hay quien se lo pueda contar. Quedaría como un payaso. Sin embargo, de este sueño, haré que Membrillo escriba una balada. Se llamará “El sueño de Fondón”, porque no tiene fondo.
Sale de la escena.


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